Leía hace unos días un artículo que giraba en torno a una frase de Albert Einstein que decía así: “El día en que la tecnología sobrepase a la humanidad, tendremos una generación de idiotas”. Pues bien amigos, ese día ha llegado.

Vivimos más pendientes de la persona que está detrás del móvil que de la que tenemos enfrente, ¿dónde quedaron esas tardes en el parque sin nada que hacer o tomando un café hablando con los amigos?

Rousseau consideraba que todo hombre nace libre pero necesita relacionarse con los demás para alcanzar la perfección. No creo que la noción que tenía Rousseau de “relacionarse en sociedad” fuese a través de una pantalla, en ocasiones sin ni si quiera saber quién está detrás. Siguiendo esta teoría de Rousseau, acerca de las relaciones sociales, ¿podemos decir entonces que el ser humano del siglo XXI es un ser imperfecto?

El pasado viernes por ejemplo, día 14 de Febrero, San Valentín, pudimos observar mejor que nunca que las relaciones de pareja también han cambiado. Antes se registraba el bolso de la mujer o la cartera del hombre, y ahora se leen las conversaciones de WhastApp del móvil o se espía el perfil de Facebook. ¿Dónde están esas tardes abrazados viendo una película? ¿Dónde están esas cartas de amor? Vivimos un amor en línea. Con última conexión. Un amor que lee conversaciones para tener un motivo para desconfiar y que no entiende que no vivas pegado todo el día al móvil y no contestes inmediatamente los mensajes.

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El mundo está cambiando, y esto no hay quien lo pare. Google ha sustituido a las bibliotecas, Amazon a las tiendas de libros y Youtube a los cines. Facebook nos hace creer que tenemos muchos y buenos amigos, Instagram que somos fotógrafos y Twitter que somos grandes escritores. La tecnología es algo estupendo -si se utiliza correctamente- pero hay cierto peligro de que nos volvamos dependientes de ella, y precisamente eso es lo que está ocurriendo. Se está creando una fuerte dependencia a navegar por internet o las redes sociales. Esta dependencia, al igual que cualquier adicción, resulta un problema cuando perjudica nuestra vida social, nuestra salud o nuestro trabajo. Así, por ejemplo, ¿Cuántas horas pasas con el móvil encima? ¿O cuantas veces miras tus redes sociales al día? ¿Y qué pasa cuando ves que te queda poca batería en el móvil y no llevas cargador encima? Probablemente el 80% de los que lean esto responda lo mismo a estas preguntas.

Hay otro problema asociado a las nuevas tecnologías del que aún no he hablado y es el problema de la privacidad. En internet nuestra vida está expuesta públicamente. Seguro que conoces algún caso en el que la intimidad de las personas se haya visto vulnerada por la forma en la que la tecnología posibilita la difusión de información, y por nuestra tendencia al rumor y al morbo y al cotilleo.

Las nuevas tecnologías, como decía, llevan aparejadas nuevos problemas. Y depende -como todo- de que se dé una buena educación para que se haga un uso adecuado de estas herramientas que utilizadas correctamente pueden tener un potencial increíble, es más, hoy por hoy me atrevo a decir que es algo ya esencial en casi todos los ámbitos de nuestras vidas. Pero hay que conocer muy bien que riesgos tienen para no sufrirlos.

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