¿Qué pasa cuando no usas ninguna de
las aplicaciones del móvil para buscar pareja? Pues que las amigas te
encuentran al candidato perfecto. O eso dicen ellas. No, no me ha pasado a mí
si no a la otra soltera del grupo de amigas. Ocurrió en nuestra última reunión
y nada hacía presagiar que sucedería pues nos encontrábamos en medio de una
conversación banal sobre actividades varias de nuestras vidas en los últimos
meses.
De repente, y sin previo aviso,
saltó una de las casadas: “¡Tengo un novio para ti!” (Refiriéndose, como he
dicho antes, a la otra soltera). Pero la respuesta a aquella afirmación no fue
la esperada ni salió de la boca de la aludida. La futura mamá saltó con: “¡Oye!
¿Y a la otra no le buscas pareja? ¿Es que no tienes nada para ella?”. A lo que
yo hice hincapié sólo por meter baza
y reírme un poco porque, sinceramente, no tengo el chichi pa’ farolillos, como se suele decir. Pero el cambio de
conversación apuntaba maneras y no era plan de desaprovechar la ocasión de
sacarle partido al tema. Sin embargo, la casada que había encontrado candidato
a la otra amiga soltera zanjó la respuesta con un: “Ella no lo necesita, que
sabe buscarse la vida” (refiriéndose a mí). Y, mientras tanto, la interesada
estaba callada y mostraba cara de circunstancia sin tener muy claro qué decir a
la propuesta de novio, al tiempo que trataba de ocultar desconfianza por la
elección de la amiga casada.
Por fin reaccionó y pidió
referencias mientras que las demás clamábamos por una foto del joven. Sin
embargo, la casada estaba más interesada en explicar cómo le surgió la idea de
hacer de celestina y, tras comentarnos de qué le conocía y cómo había acabado
relacionándoles, con propuesta de cena incluida por parte del chico, empezamos
a pedir detalles personales: nombre, edad, profesión, altura (importante porque
mi amiga soltera es una pica), estado civil, hijos… Ésta es siempre la mejor
parte porque, aunque lo nieguen, nos gusta el cotilleo ya que nos viene de
formación profesional. Además, nos pusimos los disfraces de harpías para
criticar cada dato nuevo del posible candidato.
La amiga casada empezó contando que
acababa de terminar una relación. Reacción: “¡Buf! Entonces estrena soltería y
sólo busca divertirse pero nada serio”. Siguió diciendo que compartía piso
aunque era algo temporal. Reacción: “¿Temporal? ¿Cuánto tiempo? Así no hay
intimidad si queréis ir a su casa”. Continuó hablando de su profesión, que era
autónomo y que sus productos son indirecta y levemente contaminantes. Reacción:
“¡Mal! A nuestra soltera le importa cuidar el medio ambiente. ¡Ha perdido
muchos puntos con eso!”. La casada comentó su altura. Reacción: “¡Nena, no te
puedes poner tacones que lo acomplejas!”. Y, para acabar, nuestra amiga explicó
que hace deporte frecuentemente. Con eso nos conquistó a todas, incluso a la
soltera.
Pero faltaba algo fundamental: la
foto. La casada se metió en Facebook
pero, por influencias del destino, no había cobertura en el restaurante, así
que nos quedamos con la intriga hasta salir de allí. Y, mientras tanto, juraba
y perjuraba que era muy mono, respaldada por los argumentos de su marido que
decía que el muchacho era muy majo. “Esa palabra es la que usamos las mujeres
para decir que un hombre es feo pero simpático”, sentencié y todas lo
corroboraron. Y ahí que estuvo avispada la casada para responderme: “No pasa
nada. Si a la soltera no le gusta te lo presento a ti” (¡Zasca!).
Por fin salimos del restaurante y
pedimos ver la foto (o varias) del candidato. Comentarios diversos de todas sobre
su aspecto menos de la interesada que guardaba un silencio que escondía su poco
o nulo interés sobre el muchacho. Al final sólo acertó a decir que ya hablaría
con la casada por Whatsapp. No he
vuelto a preguntar cómo ha quedado la cosa, si se han conocido o no, pero me
doy cuenta de lo innecesarias que son las aplicaciones de citas cuando tienes
amigas que hacen lo mismo y, además, te regalan momentos inolvidables que la
pantalla del móvil no te dará nunca.
