Las reuniones con las amigas dan
para mucho por la cantidad de historias que compartimos. Sentimos que nos
liberamos de algunas cargas cuando las contamos, al igual que hacemos nuestras
las de ellas.
Pero, entre tantas emociones,
siempre hay alguna que supera a las demás y te deja al borde de la lágrima. Se
trataba de una gran noticia (y muy esperada desde hacía tiempo) que se hizo de
rogar desde el momento que la vi bajar del coche hasta que decidió hacerla
pública. Sacó del frigorífico una cerveza 0,0, se tocó la barriga y dijo: “Esto
es lo único que puedo beber”.
La reacción no se hizo esperar:
besos, abrazos, botes, nervios… Y, por supuesto, la enhorabuena. Al llegar la
calma comenzó el interrogatorio al que siempre sometemos a la protagonista de
la mejor noticia del día. “¡Cuéntanos! ¿Cómo fue?” “No me estarás preguntando
por la postura, ¿verdad?” “No… Que cómo os enterasteis del embarazo. Pero
también puedes contárnoslo si quieres”.
Después de eso la intervención de
la futura mamá fue casi inexistente porque las demás empezamos a contarle
nuestras experiencias durante el embarazo y el parto. Que si tuve antojo de
dulces, que si se me cerró el estómago en el primer trimestre y no pude comer
casi nada, que si me mareaba tanto que no me podía levantar de la cama…
“¿Y ya notas las patadas?” “Aún
no”. “Pues ya verás que cuando crezca te va a clavar los pues en las
costillas”. O se te va a deformar la barriga, o vas a sufrir las molestias en
la zona más próxima a la vagina por el estiramiento del útero, o lo poco que
vas a dormir por las noches…
“¿Has pensado ya en tu plan de
parto?” “Pues no, creo que es pronto para eso”. Ahí que saltamos las más hippies diciéndole que es mejor que
empiece a prepararse con la matrona, a conocer cómo funciona el hospital para
saber qué puede llevar para relajarse (en el mío permitían incienso, velas,
libros y hasta el portátil por si quería ver alguna serie o película durante la
dilatación), si quieres o no epidural, las alternativas a la epidural (como el
gas de la risa que usé yo pero que no me hizo ninguna gracia), los centímetros
que tienes que dilatar para poder empezar a empujar…
Y después comenzaron las
experiencias de cada una. “Lo mío fue parto natural, sin epidural ni nada y sin
intervención del ginecólogo ni de la matrona. Al final estaba tan agotada que
no tenía fuerzas para sacar de mí lo poco que al bebé le quedaba por salir y
pedí ayuda”. “Pues el mío también fue natural, en la misma sala de dilatación.
Cuando empezó a salir tuve la sensación de que me abría en canal”. “A mí me
pusieron oxitocina porque no dilataba y así estuve durante unas 20 horas hasta
que di a luz. Después me enteré de que tenían que haberme hecho una cesárea”. “Tras
padecer un terrible dolor y el sufrimiento que soporté con mi primer bebé tuve
claro que los siguientes los tendría con epidural”.
Imaginad la cara de nuestra amiga
después de estas historias tan bonitas y animadas, llenas de ilusión y alegría.
Vamos, flipaba en colores.
Y ya para rematar la lactancia, el
biberón, la cuna, el colecho, el paso a la cama… cada una con su particular
punto de vista sobre la crianza.
Pero, compañera, esto no son más
que vivencias personales de una misma situación que difieren en cada persona
así que, te voy a dar un consejo si me lo permites: hazle caso a tu matrona,
después a tu pediatra pero, sobre todo, haz lo que te salga de la intuición.