En un post-it del Punto
Lila instalado en mi Instituto puede leerse el siguiente mensaje:
“Deseo un 2019 en el que un chico que salga, vuelva a casa sin
acosar, violar ni matar a ninguna chica”.

Estoy totalmente de
acuerdo con esta frase porque toca realmente la clave de todo este
terrible asunto: la violencia sexual viene de la mano del hombre y
ataca a las mujeres. Ellas podrán ir tapadas desde la cabeza hasta
los tobillos y hablar de la forma más recatada posible pero si hay
un hombre que está excitado y tiene como único objetivo practicar
sexo con ella –quiera o no quiera la mujer-, éste no cejará en su
empeño.

Por lo tanto, centremos
el tema en cambiar el concepto de hombre en sí; convirtámoslo en
otra persona en la que los valores de la igualdad, la empatía, la
solidaridad, el amor, los abrazos, besos y las lágrimas sean los
referentes educativos que deben recibir tanto en la familia como en
los grupos humanos en los que se encuentre.

Es una tarea complicada
porque supone reorientar radicalmente su formación y así entender
que porque haga su cama –o la de algún familiar enfermo-, cocine
con asiduidad –no solamente los domingos la típica paella-, sepa
qué falta de comida en casa, programe la lavadora sin que nadie se
lo diga -simplemente observando que la cesta de ropa sucia está a
punto de rebosar-, saque la basura, etc., no perderá nada de su
masculinidad.

Después de casi 1.000
mujeres asesinadas –desde que en 2003 comenzó el registro
oficial-, creo que es casi el último camino por recorrer si queremos
seguir conviviendo en paz. Las mujeres no tienen que realizar cursos
de Defensa personal por temor, sino porque les apetece; no tienen por
qué regresar de noche a casa con el corazón en un puño y muy
atentas a cualquier ruido cercano; ellas tienen que hacer lo que la
mayoría de los hombres hacen; ni más ni menos.

Ninguna de mis sobrinas,
ni de las vuestras; ninguna de vuestras hijas ni nietas han nacido
para que los hombres las acosen verbal y físicamente; sus vidas no
están orientadas a que los hombres les den significado. Y, por
supuesto, sus cuerpos no se tocan sin permiso de la dueña.

Ágora Habla con el deporte local y comarcal, siempre en movimiento

De igual manera que mi
cuerpo no se toca sin mi permiso, tampoco el de ellas.

Esto puede parecer obvio
pero, lamentablemente, no es así. Todavía hay en nuestra sociedad
machos ibéricos que tienen muy claro que las mujeres sólo están a
su servicio. Esta gente está totalmente abstraída y es ajena a la
repulsa, asco y vergüenza -personal y social- que producen; de
hecho, estoy convencido que no se sienten afectados por muchas
imágenes que vean en las televisiones reflejando el dolor de la
familia por la mujer asesinada o por los minutos de silencio de
condolencia en cada Ayuntamiento.

Se han quedado atrás en
la nueva sociedad que se está gestando; la nueva masculinidad se
abre paso con fuerza aunque eso sí, la desaparición de estos machos
ibéricos se está –y estará—cobrando mucha sangre y dolor.

Para las nuevas
generaciones, lecciones inmensas de igualdad, empatía, amor y
lágrimas; en la nueva sociedad que estamos creando, los machos
ibéricos no podrán seguir difundiendo por WhatApp sus
“divertidos” mensajitos de mujeres con poca ropa y actitud
insinuante; los chistes fáciles con mujeres de por medio. Recibirán
grandes dosis de oprobio social y la cárcel, como destino final.

Como
todo el mundo tiene mujeres en la familia y en sus amistades más
cercanas, no hay que mostrar indiferencia; hay que posicionarse y
luchar escogiendo el bando adecuado.

Termino recogiendo una
frase que gustó mucho en una actividad de mi tutoría de este curso:
“Si me quieres…..quiéreme”.

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