A muy temprana edad empecé a sentir admiración por aquellas personas que dedicaban su vida a profesiones vocacionales. Policías, bomberos, militares, maestros, médicos, artistas requieren de una gran dosis de aptitud y disposición en sus tareas diarias. Pero hay una ocupación a veces más silenciada, menos visible y, sin lugar a duda, no tan reconocida, que plantea una abnegada e inquebrantable entrega a la sociedad, a todos los ciudadanos en general, pero en especial a aquellos más vulnerables que precisan de apoyo, orientación y asistencia.
Este colectivo, y permitidme la licencia de hablar a partir de ahora en femenino, dado que el noventa por ciento de las personas que desempeñan esta profesión en nuestra provincia son mujeres, tiene un perfil muy definido. Son incansables. Perfeccionistas en su trabajo. Constantes, tenaces, resolutivas. Dan lo mejor de sí mismas en cada una de sus rutinas y arañan horas al reloj, porque su dedicación es incondicional. Completamente vocacional.
Se han convertido con los años en agentes del cambio y de la estabilidad social, en intervencionistas en busca de un mundo más justo, igualitario, equilibrado y desarrollado. En promotoras de acciones integradoras. En analistas de los procesos transformadores, estructurales y generales, y en planificadoras de técnicas de adaptación y convergencia hacia ellos.
Hablo de las trabajadoras sociales, el corazón y la argamasa que une toda la actividad que desarrollan los departamentos de políticas sociales de nuestros ayuntamientos, los distintos colectivos y asociaciones de nuestra provincia, las ONG’s locales o comarcales y también organismos como Cruz Roja o Cáritas, así como cientos de entidades privadas. Sin ellas, sin las trabajadoras sociales, toda la acción que emana de administraciones y organizaciones no tendría el efecto balsámico y regenerador que provoca en miles de ciudadanos.
Son auténticas heroínas, aunque ellas consideren, y hacen bien, que los verdaderos héroes son las personas a las que ayudan, cada una con su problemática, su historia, sus ganas de avanzar, su voluntad de superación.
Durante el pasado mes de marzo he tenido la enorme fortuna de poder reunirme con decenas de asociaciones de nuestra provincia cuya razón de ser se centra en procurar el bienestar de distintos colectivos y de optimizar su calidad de vida. La Agenda Social que hemos puesto en marcha desde la Diputación de Alicante me ha permitido conocer con proximidad la realidad que nos envuelve, pero también me ha acercado el encomiable cometido que llevan a cabo las trabajadoras y los trabajadores sociales en la defensa, cuidado y atención de los usuarios, favoreciendo su desarrollo, transformación y fortalecimiento, tanto a nivel individual como colectivo.
En esta pandemia hemos comprendido cuán importante es la unidad de grupo, la solidaridad y la cohesión entre administraciones. Hemos entendido que el miedo y la incertidumbre nos paralizan, pero que juntos somos capaces de superar cualquier obstáculo. La provincia de Alicante es una sociedad colaborativa que entreteje lazos emocionales difíciles de romper, que tiende puentes de altruismo con una base firme e imperecedera, que abre sus brazos al prójimo para aliviar su carga o su dolor. Los seres humanos no somos lógicos, sino psicológicos. No actuamos bajo el prisma de la racionalidad, sino de la emotividad, de los impulsos afectivos, de aquello que es invisible a los ojos pero que nos conecta de manera irremediable con otra persona.
Las trabajadoras sociales son esas figuras que representan la fuerza del apego, la empatía y la sensibilidad, que buscan no solo la armonía en las relaciones humanas y su consolidación, sino también la interactuación desde la responsabilidad, la simbiosis y la ponderación.
Me gustaría, en este punto, destacar el importante trabajo que desarrolla la Diputación de Alicante en materia social, a través de los departamentos de Servicios Sociales e Igualdad, Voluntariado y Cooperación, Doctor Esquerdo e Instituto de la Familia y Hogar Provincial. Este año, con un presupuesto cercano a los 37 millones de euros, no solo financiamos los servicios sociales de atención primaria de ayuntamientos y mancomunidades, sino que fomentamos programas propios que alcanzan el ámbito municipal y el del tejido asociativo provincial. Mi agradecimiento a los diputados responsables de estas áreas, quienes, al frente de un nutrido grupo de técnicos, contribuyen a desarrollar políticas inclusivas y de cooperatividad ciudadana.
Visibilizar y reconocer esta profesión es una obligación que tenemos quienes ostentamos cargos públicos. Con la llegada del Covid-19 a nuestras vidas hemos asimilado lo importantes e imprescindibles que son ciertas profesiones para la humanidad. Y entre ellas destaca la de trabajadora social. Porque esta crisis no es solo sanitaria, también lo es social. Porque esta crisis nos ha obligado a cuidar nuestra salud física, pero también la mental.
Les debemos este homenaje. Les debemos este aplauso colectivo, pero, sobre todo, les debemos el hecho de seguir visibilizando su trabajo y apuntalando sus cimientos laborales, porque no están solas, tienen todo el respaldo de los ciudadanos y el sustento de la Diputación de Alicante. El cambio social está en marcha y lo pilotan las trabajadoras sociales, pero esa transformación nos implica e incumbe a todos.
Os agradezco vuestro inconmensurable esfuerzo. La provincia de Alicante se siente muy orgullosa de vosotras.
¡Gracias!