Los miembros del CDME Trail Villena, Rober Martínez y Adrián M. Azorín, participaron este pasado fin de semana en la Swedish Alpine Ultra,. una de esas pruebas exigentes, con un recorrido de 107 kilómetros con un desnivel positivo de 2.800 metros. Rober Martínez nos cuenta cómo fue su experiencia y la de su compañero en un reto en el que lograron acabar en la undécima plaza, con un tiempo total de 14 horas y 46 minutos.

La idea era correr una distancia similar por estas fechas, como último “entrenamiento” de calidad largo de cara a UTMB, así que nos pusimos a mirar carreras en España, pero un buen día, planificando el calendario a principio de año, mi querido amigo Adrián, me dijo que había visto una carrera “que podía estar bien”. Una carrera en el norte de Suecia que recorría el Kungsleden (Camino del Rey) desde Nikkaluokta (al norte) hasta Abisko (al norte del norte).

Pues bien, al final, después de meditarlo, nos dejamos llevar por algo que podía ser una experiencia única: una carrera en total autosuficiencia, con un recorrido prácticamente sin marcar, con pocos corredores (de hecho, éramos los 2 únicos españoles y extranjeros, todos los demás eran suecos), un entorno espectacular, una organización “familiar”…, así que nos inscribimos.

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Pasaron los meses y llegó el momento del viaje. De Alicante a Ámsterdam y de Ámsterdam a Estocolmo, donde allí me esperaba Adri para recogerme y hacer noche en su casa antes de volar la mañana siguiente, viernes, hasta Kiruna (1 hora y 30 minutos de viaje) y coger un autobús (1 hora más) hasta la zona de la salida en Nikkaluokta, un pequeño complejo de cabañas/hotel y zona de acampada. Ya estábamos al norte del norte y todavía teníamos que ir en carrera un poco más allá.

Hasta ese momento todo perfecto, salvo por los contratiempos típicos de viajar en avión (un retraso de 1 hora en el vuelo). Allí que llegamos sobre las 4 de la tarde del viernes y saludamos a Roland, el organizador y alma máter de la carrera. Nos enseñó la cabaña que compartíamos con otros 2 corredores y nos dijo que la charla técnica de la carrera era a las 5 de la tarde en la capilla.

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Sí, una capilla, con toda su decoración y sus bancos de madera. Allí empezó la charla técnica. Una charla técnica donde yo tuve que hacerme el “sueco”, nunca mejor dicho, ya que era en este idioma en el que la dieron. Pero allí estaba Adrián para intentar traducir lo que buenamente podía. Pues eso, ahí empezaba la aventura.

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Poco más de 45 minutos de charla técnica y de reparto de dorsales. De ahí, a la cabaña a dejarlo y al restaurante a cenar en horario sueco, a las 7 de la tarde, que la cocina cerraba a esa hora. Comida típica sueca: reno y puré de patatas. Realmente espectacular y buenísimo.

Después de la cena (en este caso, casi merienda), fuimos a dar un paseo para estirar las piernas y ver los primeros kilómetros del recorrido de la carrera. Al final, lo que iba a ser una caminata de 1 horita tranquila, se convirtió en casi 2 horas de paseo por un bosque y unas sendas espectaculares. Tenía buena pinta el inicio de carrera.

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Vuelta a la cabaña y a preparar todas las cosas para la carrera. Al ser en autosuficiencia total, había que medir bien todo lo que llevar, sobre todo, la comida, ya que agua durante el recorrido no iba a faltar.

Con todo listo, llegaba la hora de dormir. Sobre las 10 y poco a la cama que a las 6 había que estar en pie. El problema de irse tan pronto a la cama cuando no estás acostumbrado, es que no duermes nada, y si además, le sumamos el sol de medianoche, con el que las 24 horas hay luz natural y que las cortinas de la cabaña eran casi trasparentes, pues hace que sea casi la 1 de la madrugada y no hayas podido pegar ojo pensando que son las 6 de la tarde, jajaja.

Más de día que a las 6 de la tarde

Más de día que a las 6 de la tarde

Al final, sobre la 1 y media o 2 de la mañana creo que conseguí dormirme. No hizo falta despertador. Eran poco más de las 6 y ya estábamos despiertos y casi vistiéndonos. A las 7 era el desayuno, así que fuimos al restaurante con el resto de corredores.

No hace falta decir que los 2 españoles éramos “la atracción” de la carrera. Nos preguntaban si era nuestra primera carrera, si habíamos corrido algo…igual se pensaban que íbamos allí a debutar en la ultra distancia, jaja. Hay que decir que nos trataron genial desde el primer momento y todos muy amables.

Acabamos el desayuno sobre las 7:30 y vuelta a la cabaña a ultimar las cosas. Recogida de la maleta y casi para la línea de salida.

Nuestra idea era hacer en torno a 14 horas. Todo esto, haciendo suposiciones de cómo sería el terreno y si se podría correr más o menos. En principio los 55 primeros eran picando hacia arriba y luego los 50 siguientes debían ser más cómodos, ligeramente hacia abajo. Pero claro, eso era la teoría per-salida…después, todo cambió, jaja.

Foto pre carrera con los corredores

A las 7:50 foto de grupo y ya todos colocados en la “línea” de salida. Línea porque la marcamos con el pie cuando estábamos todos preparados, jajaja. Allí estaba Roland, el organizador, crónómetro en mano hablando en sueco, diciendo que iba a dar la cuenta atrás (no es que supiera nada de lo que estaba diciendo, pero el bueno de Adrián me hacía un resumen rápido). Pues eso, cuenta atrás desde 5 en sueco y salida!

Sabíamos que los 4 primeros kilómetros se iba a poder correr puesto que el día de antes los habíamos hecho paseando y eran “cómodos”, por una senda/pista más o menos ancha. Y sí, para que se notara que allí estábamos los españoles, salimos los primeros marcando el ritmo, aunque enseguida vimos como algún corredor local no se encontraba a gusto viendo a los españoles primeros y decidía ponerse delante, jeje.

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Una de las primeras pasarelas de la carrera

Los primeros 10K en menos de 1 hora, disfrutando del recorrido y yendo bastante cómodos…, pero todo no iba a ser tan idílico y bonito. Poco a poco el terreno picaba hacia arriba sin descanso, la senda se hacia más estrecha, las piedras se iban multiplicando y los pasos con maderas se sucedían uno tras otro, además de los senderistas con los que nos íbamos cruzando y con los que debíamos compartir pasarela y no sé cómo, pero siempre iban en la dirección contraria a la nuestra, jajaja.

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Ya hemos dicho que era una aventura y así lo estaba siendo, y como bien sabíamos, daban probabilidad (muy alta) de lluvia, y ésta no se quiso perder la fiesta. De hecho, no se la perdió ni un segundo hasta la meta. Como decía Forrest Gump: “nos llovía desde arriba, desde los lados y hasta desde abajo”.

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Sobre el kilómetro 20-22 llegábamos a la Estación del Kebnekaise (la montaña más alta de Suecia, 2.103 msnm) donde tuvimos un pequeño despiste con el track (ya habíamos dicho que no estaba marcada la ruta y debíamos llevarla en el reloj?). Nos equivocamos de cruce y empezamos a subir hacia arriba por una senda. La verdad que los primeros metros ni nos preocupamos, ya que teníamos a la vista a otro corredor a unos 200-300 metros, pero cuando llevábamos ya más de 1 kilómetro subiendo, vimos que nos habíamos ido totalmente del track. Nos juntamos con él y tuvimos que hacer una bajada cruzando “rocas a través” hasta enlazar con la senda por donde debíamos ir. Ahí es donde nos desvirgamos con el agua en los pies y tuvimos que cruzar el primer río, que lo cruzamos dos veces en 3 minutos antes de llegar a la senda correcta.

Justo ese es el momento de duda. El momento que dices: “joder, estoy en el kilómetro 24-25 y me quedan otros 80 y me voy a tener que mojar los pies enteros”. Porque sí. Nos dijeron en la charla técnica que este año no había demasiada agua…pues no me quiero imaginar si llega a haber, jajaja. Resumiendo: cruzamos el rio de agua de deshielo (vamos, fría de narices) metiendo hasta mitad de la espinilla. Unos 5-6 metros de ancho. Ya estábamos mojados, ahora a rezar para que no salieran ampollas puesto que quedaba mucha carrera.

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Por fin, después de unos 25-30 minutos de pérdida, enlazábamos con la senda buena. Buena porque era el camino correcto, porque de buena para correr no tenía nada. Piedras, piedras, charcos, más piedras, otro charco y eh!!, otra piedra (enorme) más. Una senda muy incómoda donde trotábamos más que correr, porque no se podía hacer mucho más ahí. Con cuidado de no caer o no doblarse un tobillo, puesto que en la carrera no había asistencia como tal y no podías retirarte, pero bueno, eso es un matiz sin importancia, jajajaja.

Seguimos pasando kilómetros y cada vez estábamos más mojados. No dejaba de caer agua, hacía muchísimo viento, y la sensación térmica no debía superar los 5ºC. Vamos, lo que viene siendo frío de narices. Ahí enlazamos con una pareja de la carrera, un chico y una chica, que a la postre ella sería 2ª clasificada femenina. Hicimos parte de esos kilómetros con ellos. Todo el valle hasta la aproximación al paso más elevado de la carrera, a casi 1200 metros, con unos últimos metros con mucha pendiente y con algo de nieve.

Hacía un viento y un frío horrible en la parte alta. Daba la sensación de estar a más de 3000 metros un día de pleno invierno. Ya llevábamos unos 50 kilómetros y quedaba la mitad de la carrera. Esa mitad de la carrera que dijimos que picaba para abajo y se iba a poder correr, os acordáis?? PUES NO!

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Después de ese paso, había una pequeña bajada rocosa de unos 300-400 metros para coger el curso del río. Sí. Con la lluvia y el deshielo el camino estaba tomado por el agua. Así que nada, entre piedras, rocas y agua, debíamos seguir el camino. Era salvaje. Agua por todas partes. Rocas por todas partes. No se podía dar medio paso igual que el anterior. Además, el valle permitía visualizar todo lo que nos quedaba por delante. Era como una inmensa recta de una carrertera americana, salvo que con rocas (y más rocas) y agua por doquier. No acababa nunca.

Fuimos descontando kilómetros. Físicamente de piernas íbamos bastante enteros, trotábamos cuando el terreno lo permitía y tratábamos de caminar rápido cuando se ponía más técnico. En una de esas, cuando ya me había puesto los guantes, tropezón en una de las tablas que nos ayudaban a cruzar pasos con barro y lodazales y…caída. Rodilla contra la madera y al suelo de boca. De boca y casi para empezar los 50 metros libres en una piscina, puesto que aterricé en un charco y medio cuerpo entero estaba dentro de él, incluídos los guantes secos que me había puesto hace nada, jajaja. Adrián que iba delante sólo me vio haciendo medio la cucaracha, intentando levantarme de un charcho que me cubría la pierna entera y desde el codo hasta la mano, jajajaja. Por suerte, el percance sólo fue una anécdota y seguimos (todavía más empapados) nuestro camino.

La lluvia seguía sin parar y cada vez caía más. Llegamos al kilómetro 70. Ya faltanban casi los 30 últimos. Y desde aquí y durante los siguientes 8-10 fue una auténtica locura. Volvimos a pillar a la pareja de la chica y el chico con los que habíamos compartido kilómetros anteriormente y como su ritmo cuando se podía correr era bueno y lo podíamos seguir sin problema, nos pegamos a ellos. Eso de correr duró unos 500 metros. A partir de ahí, barro hasta los tobillos, cruzar ríos hasta las rodillas y así sucesivamente en bucle una cosa y luego otra. En una de esas las zapatillas casi las tenemos que rescatar un palmo más abajo de la superficie. Casi se las traga el barro que estábamos atravesando. No pasaban los kilómetros y aunque ahora íbamos en compañía de ellos, ahí creo que fue nuestra peor parte de la carrera, donde físicamente tuvimos un poco de bajón, tanto por el frío como por el terreno que estábamos atravesando.

Después de una subida paramos un momento a sacar una barrita y la chica nos dijo que qué se nos había perdido aquí, con lo bien que se estaba en España al sol, jajaja (la verdad, que en ese momento, nosotros también nos lo preguntamos). Nos dijo que el día estaba siendo durísimo hasta para ellos que eran suecos, así que no quería imaginar lo que era para nosotros, jaja.

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Ahí se nos fueron un poco. Nosotros debíamos seguir nuestro ritmo. Ya llevábamos más de 80 kilómetros y según el perfil, y por lo que nos había dicho el chico, en algún momento se iba a poder correr por una senda cómoda y hacia abajo. Pues sí, no se equivocaba. Esa senda llegó poco antes del kilómetro 90. Y sí, se podía correr cómodo. Una senda de bajada ancha, de arena blanda, perfecta para alargar la zancada y coger ritmo rápido…, ¿lo malo?, que solamente fueron unos 400-500 metros, jajajaaj.

Desde ahí, donde ya entrábamos en el parque natural de Abisko, quedaban unos 13-14 kilómetros a meta. Íbamos con mucho frío, deseando llegar a un refugio que había a 11 kilómetros de meta para poder ponernos ropa seca y entrar en calor, pero claro, ni conocíamos el recorrido ni estábamos para abandonar el track y volver a perdernos…, así que, como nos decía el track (y nos había advertido el compañero de la chica) cruzamos el puente que iba sobre el río…, y cuando nos dimos cuenta el refugio estaba justo en la orilla de enfrente. No estaba en nuestro camino de carrera.

Nuestra cara fue un poema. Tuvimos un dilema grande. Estábamos congelados, en medio de una senda con charcos que llegaban hasta el tobillo, sin nada para refugiarse, calados hasta los huesos, sin parar de llover…, pero solamente quedaban 10 kilómetros. Intentamos correr pero era misión casi imposible, el frío nos tenía muy atenazados, así que hicimos una de esas cosas que no se deben hacer, pero que al final se acaban haciendo.

Nos paramos en medio de la senda llena de charcos, con el frío y el viento soplando y la lluvia cayendo sin dar tregua, y nos cambiamos la camiseta mojada por una de térmica seca. Fue una liberación. Aunque pasamos un frío enorme mientras nos cambiábamos a la intemperie. Ahí nos adelantaron 3 corredores (luego lograríamos adelantar a 2 de ellos). Poco después de ponernos ropa seca y aunque seguía diluviando, ya podíamos correr/trotar más cómodos. Más cómodos de piernas, porque el terreno estaba impracticable. Ya no había tierra ni rocas. Era un charco contínuo hasta el tobillo por el que debíamos correr.

Fuimos pasando kilómetros. Ya estábamos a menos de 4 kilómetros de meta…, y vino la última sorpresa del día: un rio de agua helada, de unos 20 metros de ancho y cuyo caudal nos llegaba hasta la cintura. Total, como más mojados no podíamos estar, tampoco lo pensamos mucho para cruzarlo. Eso sí, al salir, los pies los teníamos casi dormidos de lo fría que estaba el agua, jajaja.

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Perfil de la carrera (engañifa total)

Poco a poco estábamos más cerca de Abisko. 3 kilómetros…, 2…, 1…y por fin los carteles de la organización marcando los últimos 400 metros de carrera. Estábamos allí. Lo habíamos logrado. Habíamos llegado al verdadero norte del norte. Éramos finishers de una de las carreras más complicadas (tanto por meteorología como por el terreno) que he hecho (y creo que Adri me dará también la razón, jaja). Llegamos y nos recibieron con aplausos. Después de 14 horas y 46 minutos (sin que se hiciera de noche) habíamos logrado llegar a la meta. Entramos en la posición 12 (10º de la categoría masculina), aunque eso, en esta carrera y este lugar, era lo de menos.

Recuperador post-carrera en el aeropuerto

Recuperador post-carrera en el aeropuerto

No sé si volvería a repetir una carrera así (bueno, con sol, me lo pienso, jajaja). Lo que sí sé es que, a pesar de sufrir mucho, también la disfrutamos. Ambos. Tanto Adrián como yo. Y sí, podemos decir que hemos sido los primeros españoles en correr esta carrera.

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