Imaginaros a una persona que su nombre está en el palmarés del Maratón de Valencia, el número uno en estos momentos en suelo español. Imaginaros que nuestro personaje es valiente como él solo. Imaginaros que este hombre ha hecho gala de no tener miedo a nadie y de ponerse delante de los kenianos y tirar de ellos. Imaginarios que es admirado por allá por donde pasa y que en su vida cotidiana es un pastor. Un hombre que va con el ganado, que trabaja de sol a sol, que está curtido por el frío de la sierra y el calor tórrido del verano.
Un atleta excepcional que ha tenido que salir adelante en muy duras condiciones y con un correr poderoso, obstinado. Siempre lo da todo. Sonríe en la adversidad y no da importancia a lo que hace. Corre por la simple razón que le gusta, correr para él es vivir con intensidad. Se siente querido y esa es una de sus mayores recompensas. Es muy difícil encontrar un pueblo del país valenciano donde no haya dejado sus huellas, su sudor, su coraje indómito.
Es un hombre sencillo, próximo, que mira a los ojos, que sabes que es noble, que siempre va con la verdad. No le tiembla la voz al hablar de su vida privada. No le tiemblan las piernas, sabe que gracias a la carrera se ha hecho un nombre. Es respetado.
Lo he visto correr de día y de noche. La nocturna de Manuel la ha ganado un montón de veces. Ha entrenado cuando otros descansan o se divierten. La vida ha sido dura con él, pero se ha sobrepuesto siempre. Las lesiones son, como para tantos y tantos atletas, su mayor enemigo.
Andrés ha dejado una estela de amigos por allá por donde ha pasado. Le deseamos que haya sido feliz y que no olvide que de haber podido disfrutar de otras condiciones de vida todos estamos convencidos de que hubiera llegado muy lejos en sus marcas. Muy lejos ha llegado en la apreciación y estima que le tienen miles de atletas.
Enlace de la entrevista: https://recaredoagullo.wordpress.com/2016/01/12/so… .