¡Por fin! ¡Lo conseguimos! Se obró
el milagro y quedamos todas las amigas, no sin dificultades ya que hubo cambio
de fecha a última hora y tuvimos la suerte de conseguir lugar de reunión a
gusto de todas. Pero no todo es cuestión de azar porque, cuando hay ganas y
voluntad, todo se puede conseguir. Pero no sólo cuadramos nueva fecha en tiempo
récord si no que también se apuntaron niños y maridos. Bueno, no todas las
parejas porque el papá de la criatura que se está cociendo en la barriga de mi
amiga tenía otros compromisos y no hizo acto de presencia ni en el café (sin
acritud, ¡eh!). Pero no pasa nada porque contamos con él para la siguiente que
será cuando nos presenten a su retoño, que es el que desempata en el número de
niñas y niños (hasta que otra de nosotras se ponga manos a la obra).
En las reuniones de amigas siempre
tratamos muchos y diversos temas aunque esto depende del tiempo del que
dispongamos y de la compañía que haya. Cuanta más gente, más difícil es abordar
todo aquello de lo que nos gustaría hablar; y, cuanto menos tiempo tengamos,
más difícil es profundizar en ello.
Aun así volvimos a hablar de una de
las cosas que más nos gusta: el sexo. Pero con más discreción, que había
público (parejas e hijos). Nos centramos en el juguete sexual de moda, motivo
de muchas risas y origen de uno de mis artículos anteriores (véase “Conócete a
ti misma”). Hablábamos de lo popular que se había vuelto el succionador de
clítoris desde que lo comentamos por primera vez porque numerosas famosas habían
explicado su experiencia en un conocido programa de televisión (famoso por sus
dos preguntas sobre dinero y sexo) y todas coincidían en que era uno de los
mejores descubrimientos de sus vidas sexuales y sus reacciones al orgasmo
inmediato habían ido desde gritar de placer a reírse de asombro.
Y así es como estábamos nosotras:
ojipláticas. Al tiempo que especulábamos cómo sería usar uno de esos aparatos
que estaban revolucionando el universo sexual de las mujeres hasta que una voz
masculina nos bajó a la tierra. “Pues hay
una actriz que dijo en una entrevista que a ella eso no le había funcionado y
que no le proporcionó ningún orgasmo”. Se trataba del marido de una de las
casadas que parecía querer aguarnos la fiesta y las ilusiones. Y casi lo
consigue porque empezaron las dudas: “Pues
será según la sensibilidad de cada una”. “Quizá dependa de la anatomía de cada mujer”. “Yo creo que no sabía usarlo”.
Y pasamos a otra cosa sin volver a
tocar el tema hasta el día de Reyes cuando esta misma amiga casada compartió
una foto en el grupo de Whatsapp
donde podía ver la caja con la foto de lo que guardaba en su interior: el
susodicho juguete sexual. Las reacciones fueron inmediatas: “Yo también lo pedí pero se ve que no he
sido buena”. “¡Yupi! ¡Qué suerte!”.
“Ya nos contarás cuando lo pruebes”.
Pasaron las semanas y no decía
nada. En realidad nadie escribió en el grupo ya que sólo lo hacemos cuando hay
algo importante que compartir lo que hacía sospechar que el juguete sexual no
le había proporcionado la satisfacción esperada. Claro que también podría ser
su agitada vida (trabajo, hijos, casa, obligaciones varias…) que nole daban tiempo ni espacio para agitar otra
cosa de sí misma. Al final me aventuré a preguntar si ya lo había probado. “¿Cómo vas con el estimulador de clítoris?
¿Es tan eficaz como dicen?”. Respuesta: “¡Noooo!
¡Es mejor!”. Entonces entendí que no escribía porque todo su tiempo libre
lo dedicaba a satisfacerse.
Después de contar con un testimonio
tan cercano pensé en cambiar mi lista de cosas que me gustaría comprar donde a
la cabeza se encuentran unas planchas de pelo que he probado y que me encantan,
pero me estoy planteando seriamente reordenar las prioridades y poner este
descubrimiento el primero. Porque entre tener un pelo perfecto y orgasmos
increíbles creo que optaré por la salud sexual. Quererse mucho a una misma es
algo muy sano, ¿verdad?