En este nuevo artículo voy a centrarme en una de las etapas más importantes de nuestra historia, la ibérica, no solo por la cantidad de restos conservados, sino por ser el momento previo a la romanización Peninsular, aspecto éste, que tantos cambios introdujo y que tan presentes se encuentran todavía hoy en nuestra sociedad.

No
obstante antes de centrarme en esta cultura íbera, me gustaría
hacer referencia a que con anterioridad a la misma y enlazando con
los momentos finales de la Edad del Bronce (en torno a la primera
mitad del primer milenio), llegaron a la Península
pueblos
de origen indoeuropeo

cuyas necrópolis han sido identificadas como
“Campos
de Urnas”
,
debido a que incineraban el cadáver y depositaban sus cenizas en
urnas de cerámica,
las cuales se enterraban en un hoyo en la tierra. Hago referencia a
ésto porque no son muy abundantes los restos de esta cultura en
nuestra zona, a diferencia de lo que ocurre en regiones de Cataluña
y Almería. Pero en Villena si disponemos de algunas evidencias
arqueológicas que demuestran la presencia de estos pueblos en la
zona. Concretamente hay que hablar de la conocida como
Necrópolis
del “Peñón del Rey”

donde se han recuperado muchísimos fragmentos cerámicos
característicos de esta cultura, así como algunos elementos de
metal como una fíbula de bronce, dos cuchillos de bronce, fragmentos
de un cuchillo de hierro, un trozo de lanza de hierro y una flecha
lanceolada de bronce, entre otros muchos.

Una
vez aclarado este aspecto, voy a centrarme en la conocida cultura
íbera, que en contra de lo que muchas veces se ha escrito, se limita
solamente a los pueblos del
levante y sur Peninsular
,
para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y
costumbres eran bastante diferentes. Indicar que los íberos eran una
amplia gama de pueblos muy diferentes entre si que seguramente en su
época no tendrían un sentimiento de unidad. Es decir, a pesar de
que estos pueblos compartían ciertas características comunes, no
eran un grupo étnico homogéneo ya que divergían en muchos
aspectos. Algunos de estos pueblos son: ilergetas,
iacetanos,
suessetanos,
sedetanos,
ilercavones,
edetanos,
contestanos,
oretanos,
bastetanos,
turdetanos,
etc… Nuestra región según diversos estudios formaría parte de
los límites de la Contestania,
que abarcaba desde el Júcar hasta el Segura, si bien, la
delimitación hacia el interior es algo más imprecisa.

De
entre todos los yacimientos destaca el
Puntal de Salinas
(s.
IV a.C), uno de los mejor conocidos de toda la Comarca del Alto
Vinalopó, con restos de muralla, torreones y necrópolis entre
otros, así como abundantes fragmentos cerámicos entre los que
destacan algunos de importación (muy útiles para datar el
yacimiento) procedentes de Grecia e Italia, falcatas, espadas de hoja
triangular, lanzas, broches, pendientes de oro, etc…

Otro
de nuestros yacimientos más importantes es Salvatierra,
en la Sierra de la Villa o de San Cristóbal,
dondetambién
se han documentado restos de época ibérica. Aunque tal y como ya he
comentado en anteriores artículos, la presencia humana en este
asentamiento es anterior a la presencia de esta cultura, pues hay
evidencias de asentamientos Eneolíticos y de la Edad del Bronce.
Centrándome en el periodo que nos ocupa, destacan los aljibes
cavados en la roca
,
cuyo uso debió de seguir en épocas posteriores debido a su actual
buen estado de conservación, así como parte de las plantas
de las viviendas

con sus mechinales para las vigas de las techumbres y abundantes
restos cerámicos, también con cerámicas de importación que nos
ayudan a situar el momento de ocupación más antigua en torno al
siglo II a.C.

Estos
yacimientos a los que acabo de hacer referencia, tal y como he
intentado poner de manifiesto con anterioridad, son dos de los más
emblemáticos de nuestra área en lo que a cultura íbera se refiere,
pero no los únicos pues son muchos los yacimientos y restos
documentados, como por ejemplo los aparecidos en una obra en la que
tuve la oportunidad de intervenir en la Calle el Hilo de Villena
(cuando formaba parte del equipo técnico de la empresa de
arqueología Arquealia), próxima a la Plaza de Santa María, donde
aparecieron abundantes restos cerámicos de esta época y que
posiblemente podrían estar asociados a un canal de mampostería
documentado en la misma intervención.

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No
todos los hallazgos más significativos corresponden con
asentamientos humanos. En nuestro caso contamos con una serie de
elementos muy característicos y simbólicos dentro de esta etapa,
como son las esculturas del siglo IV a.C de la Leona del Zaricejo y
la Dama de Caudete, así como en orfebrería la Arracada
de la Condomina
,
pieza de oro realizada con técnicas de filigrana y granulado de gran
valor arqueológico y artístico.

De
la Leona
del Zaricejo

indicar que podría formar parte de un conjunto escultórico
funerario y que tiene muchas similitudes con otras esculturas
aparecidas por la zona, como por ejemplo los recientemente
documentados Toros Ibéricos de Monforte del Cid.

La
Dama de Caudete

es una “dama oferente” similar a la Dama
de Elche

o la de Baza, con un depósito posterior para depositar posiblemente
reliquias,
objetos sagrados o cenizas
como ofrendas
a los difuntos.

Una vez más y antes de concluir
este artículo quisiera destacar la importancia de Don José Mª
Soler, sin cuyo esfuerzo previo muchos de los datos que aparecen en
este artículo todavía nos serían desconocidos, así como de todos
aquellos que continuaron con su legado y han continuado aportando y
completando nuevos datos para conocer, cada vez mejor, nuestra
historia. En especial quiero dedicar este artículo a mi amigo y
“maestro” Fernando E. Tendero Fernández por su reciente trabajo
sobre el Castillo de Salvatierra, que ha contribuido a ampliar la
información que se disponía del mismo y al cual he hecho referencia
en este artículo.

Jesús Manuel Flor

Arqueólogo y Profesor de
Secundaria

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