El argumento principal de los grandes inversores de energías renovables es la emergencia climática, pero eso aún siendo verdad no es del todo cierto porque el sector que más gases de efecto invernadero emite no es el eléctrico, que ya está descarbonizado en un 68 % en España (2021), si no el transporte, totalmente dependiente del petróleo, que supone el 39 % del consumo final de energía , de manera que lo mas urgente y efectivo hoy para el clima es reducir el uso de los coches y fomentar el ir a pie, en bici y el
trasporte colectivo , limitar la velocidad máxima a 110 km/h o menos, consumir productos de proximidad, etc., tal y como recomienda la Agencia Internacional de la Energía.
Y hay que hacerlo ya, si realmente queremos evitar el desastre climático , por que los últimos informes de los científicos del Panel Internacional del Cambio Climático y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente calculan que solo nos queda esta década para reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero.
Si no lo hacemos, se dispararán los fenómenos como la fusión de los hielos, el oscurecimiento de la superficie terrestre y mayor absorción de energía solar), de la tundra , liberación de metano, (potente gas de efecto invernadero), la acidificación de los océanos etc., que pueden acelerar el calentamiento del clima de forma irreversible.
Por otra parte, no es de razón aplicar “soluciones” a un problema y crear otros, tal y como ocurre en el caso de las macro centrales fotovoltaicas, que se quieren hacer encima de campos, montes y zonas protegidas eliminando la vegetación que absorbe el CO2 (principal gas de efecto invernadero) y ayuda mucho a frenar la emergencia climática.
Además las líneas de evacuación de las macro centrales fotovoltaicas que se proyectan en la comarca amenazan con formar una maraña de cables por encima del territorio, afectando gravemente al paisaje y a las aves que aun pueblan nuestros campos, riberas y barrancos; especialmente si pasan por encima de las montañas, los ríos, las fuentes. En todo caso, antes de autorizar ninguna central, habría que aplicar bien los criterios científicos comenzando por el ahorro y la eficiencia energética.
El mismo IDAE ( Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) tiene publicada la Guía de la Energía donde se dan recomendaciones para ahorrar y se calcula que, manteniendo la actual calidad de vida, podemos
llegar a un ahorro entre el 20 y el 30 % de la energía que consumimos. Cosa que coincide con lo que decía antes: fomentando el ir a pie, en bici y en trasporte público, consumiendo productos locales, reduciendo la velocidad, etc. podemos ahorrar muchísima energía, que procede mayoritariamente del petróleo, y por consiguiente eso ayudaría mucho más que cualquier otra
medida, incluidas las macro centrales fotovoltaicas, a solucionar la emergencia climática (y la crisis económica).
Después o paralelamente al ahorro habría que instalar placas solares, porque al fin y al cabo el sol es la única fuente de energía primaria que tenemos autóctona y de sobra, los ecologistas siempre lo hemos propuesto,
Pero sin destruir el territorio, instalándolas sobre tejados, terrazas y suelos ya muy degradados, como autopistas, autovías, aparcamientos (en Francia ya es obligatorio).
La misma Directora General del IVACE afirmo que solo con las cubiertas podemos instalar unos 18.000 Mw fotovoltaicos , mas que suficientes para autoabastecer de electricidad toda la Comunidad Valenciana, de manera que sobran las macro centrales.
Con el objetivo de favorecer a los habitantes del territorio hay que priorizar siempre el auto consumo particular y las comunidades energéticas, por qué a los precios actuales de la electricidad comercial las placas solares se amortizan en unos 5 años con subvenciones y sin ellas en unos 10, y pueden funcionar durante 30 o 40 años, o más, aportando casi gratuitamente la electricidad. Y la Administración tiene que dar ejemplo instalándolos en todos los edificios públicos.
Y cuando se hayan instalado todas las placas solares posibles sobre techumbre y suelos degradados, entonces, si aun hace falta alguna macro central, habría que hacerla con criterios que compatibilicen con los usos agrícolas del terreno para que mantenga una cobertura verde aprovechable y que absorba el CO2.
Y sobre todo que no se consideren de utilidad pública aquellas centrales fotovoltaicas, que obedezcan a criterios puramente lucrativos y en las que los promotores invierten no por qué hagan falta si no para obtener subvenciones y beneficios