Terrible lo sucedido el pasado fin de semana: en Pedroñeras, una mujer y sus dos hijos pequeños fueron asesinados y descuartizados; en Fuengirola, una mujer fue estrangulada y en Zafarraya, dos mujeres fueron asesinadas -hija y madre-
Nuevamente, se han visto imágenes de la ciudadanía protestando en la calle, rota por el dolor hasta el punto de no poder entender realmente la brutalidad de las noticias.
¿Qué tenían en común todas estas personas asesinadas? Sus inductores: parejas o exparejas. Y, humildemente, creo que aquí está la clave. Podemos criticar que las medidas judiciales y policiales que pone el Estado para la defensa de las personas son ineficaces; debemos exigir más presupuesto económico y una mejor preparación del Poder judicial en materia de Igualdad de género.
Pero todas estas medidas y demandas, aunque importantes, son expuestas a posteriori e insuficientes sino enfocamos acertadamente para ver cierta luz; hablo de los valores éticos que la sociedad debería interiorizar para organizarse desde parámetros totalmente distintos a los existentes y estos ya han demostrado hasta la saciedad que no sirven.
El primer referente ético es educar desde las familias para que sus hijas e hijos -desde la más tierna infancia- aprendan que tienen espacios sagrados en los que nadie debe entrar sin su permiso y deben esforzarse impidiendo cualquier tentativa de acceso sea de tipo físico, verbal o de cualquier otra índole.
El segundo es el respeto que debe mostrar a los espacios sagrados de sus semejantes.
El tercero es que nadie es propiedad de nadie y que las relaciones basadas en el amor deben ser tales si enriquecen, aportan alegría, entusiasmo y vitalidad. En caso contrario, no es amor y deberían ser erradicadas de inmediato.
El sistema educativo tendría la obligación de continuar y afianzar estos primeros planteamientos porque en las aulas se generan no solamente la impartición de contenidos académicos sino espacios de convivencia siendo un banco de pruebas extraordinario para poner en práctica lo aprendido en el ámbito familiar. Aquí, el acceso al conocimiento debería servir también para abrir la mente con el objetivo de que el alumnado pueda analizar críticamente todo lo que está aprendiendo. Así le serviría de filtro y poder discernir qué personas enriquecerán sus vidas o quiénes son tóxicas y así alejarse de ellas. En otras palabras, saber de Matemáticas, Historia, Tecnología, Lengua castellana, francesa, inglesa, Biología, etc., es muy importante para la erudición individual pero el conocimiento debe ser -como ya he escrito- analizado críticamente para no convertirse en dogmas incuestionables convirtiendo al alumnado en sujeto pasivo. Este proceso, sin duda, redundaría en beneficio de la persona como ente individual y, al mismo tiempo, social. De nada nos sirve una mente brillante, con un futuro prometedor como biólogo molecular si mira con superioridad a su pareja, le habla irreverentemente, le obliga a hacer cosas que ella no quiere hacer y, como colofón, piensa que es de su propiedad por lo que se cree en el derecho sacrosanto de decidir cómo y hasta cuándo seguirá viviendo.
Soy muy consciente de que estos planteamientos tienen una gran carga de utopía y buenismo elevado a la más alta potencia, pero es lo contrario a lo que estamos padeciendo diariamente: violencia con su corolario de dolor, sangre, familias rotas… Probemos otras opciones, porque hijas, sobrinas, familiares, vecinas están en el punto de mira de la diana sangrienta.
Hay personas que ven las cosas como son y se preguntan por qué. Yo sueño cosas que nunca fueron y me pregunto por qué no.
George Bernard Shaw.