Por los años 80 un grupo de villeneros estaban preocupados por cómo se
solucionaba el tema de perros que se recogían abandonados en la ciudad. Aunque ahora nos pueda parecer muy brutal, entonces los perros que se
recogían, se enterraban en cal viva, para evitar propagación de
enfermedades, dándoles un golpe, y muchas veces ni se preocupaban de
saber si habían fallecido y eran enterrados vivos.
Este método era
normal en aquella época en cualquier población. Aterrados por esta forma
de actuar, se pusieron en contacto con la Protectora de Alicante y
empezaron a trabajar juntos, solicitando reuniones con Salvador Mullor,
Alcalde del Ayuntamiento y consiguiendo que cediera lo que era el
antiguo matadero, que se encontraba al lado de donde hoy está el
albergue.
Aquí estuvieron trabajando muchos años con casetas construidas por ellos
mismos y dejando mucho tiempo de atender a sus familias y amigos para
dárselo a estos seres que no tenían donde refugiarse. Así consiguieron
que se les diera una segunda oportunidad para encontrar una casa que
quisiera adoptarlos o morir dignamente de vejez y sin dolor. De esta
época recuerdo a Heriberto, que como era funcionario del ayuntamiento se
encargaba de las relaciones y de pedir todo lo que hacia falta, a
Nieves y Paquita que se dejaban todas las horas que tenían y más
cuidando a los animales que allí se llevaban, a Úrsula, a las hermanas
M.ª Ángeles y Mila, a Rafaela y Fina de Biar y tantos más que
colaboraban en lo que podían.
Con los años se decidió crear nuestra propia sociedad protectora, ya que teníamos bastantes socios para actuar por nuestra cuenta. El artista
local Pedro Marco, nos pintó un magnifico logo del que siempre nos hemos
sentidos orgullosos. Y así pasaron los años mientras cada vez se
abandonaban mas perros y el sitio se nos quedaba pequeño.
Se acercaba el fin del milenio y se me propuso presidir la Protectora. Nieves, hermana del pintor José Navarro Ferrero, me ofreció su ayuda
incondicional y así empezamos. Mi primer contacto fue con el alcalde
Vicente Rodes. Le gustó la idea. Hay que tener en cuenta que el Ayuntamiento tenia la responsabilidad sobre los animales abandonados y
si existía un grupo de gente que le hacía el trabajo sin cobrar.
También
les venía bien. Me puso en contacto con los distintos concejales que
llevaban el tema: Sanidad, Hacienda, etc, y empezamos a trabajar. Me
dejaron el trabajo a mi de contactar con el PRODER que gestionaba los
fondos europeos y de conseguir que todas las poblaciones de la comarca
firmaran el proyecto, ya que para que se aceptara por Europa la
subvención de la obra, tenía que ser comarcal, y una vez todo en marcha nos pusimos en contacto
con el arquitecto municipal para decirle que necesidades teníamos y
poder trasladarlas a los planos de construcción.
Con Palau, concejal de Hacienda, se establecieron los costes, ya que
antes de recibir la subvención había que pagar. Se realizó un
concurso entre los colegios de Villena para ponerle nombre y ganó Marcos, un alumno de El Grec, poniéndole el nombre “Los Huerfanillos”.
Tuvimos nuestros más y menos dentro de la asociación. Había quien quería
que no aceptáramos la ayuda del Ayuntamiento por no estar supeditados a éste. También la que quería que no se admitieran socios que no fueran
vegetarianos, los que decían que si dependíamos de la administración
como íbamos a pedir que no se hicieran corridas de toros, etc.
Salvadas estas propuestas, conseguimos aunar esfuerzos, convencer a los
disidentes y trabajar por lo que verdaderamente nos preocupaba, que era
atender en condiciones a tantos perros y gatos que se abandonaban en la
comarca. Ahora teníamos una sala clínica para no tener que atender a los
heridos y enfermos en mitad del patio con sus compañeros jugando y no
dejando hacer la tarea y el problema de contagiarlos. Teníamos una
habitación para guardar medicamentos y dejar apartados a los animales
que por alguna razón había que separar y hasta teníamos una furgoneta
para poder salir a recoger animales a donde fuera. Al tener unas
instalaciones en condiciones, ya podían venir a visitarnos la gente,
adultos y niños, con permiso de sus padres, que al no poder adoptar,
apadrinaban un perro y lo sacaban a pasear al monte.
Anécdotas
muchas. Desde tener que recibir un burro por fallecimiento de su dueño,
un caballo que se escapó y hasta que descubrimos a sus dueños se tuvo
en una finca particular, y otra vez unos cachorros de mastín enormes,
muy bien cuidados y que al leer el micro-chip se descubrió que estaban
denunciados por robo en Madrid y el dueño era su majestad el ahora Rey
Emérito, etc.
El
cambio nos pareció todo un mundo nuevo. Sí, ya sé que después con el
tiempo siguieron creciendo el numero de animales abandonados y se volvió
a quedar pequeño, pero eso ya es otra historia que los que vinieron
después tendrán que contar.