Desde el miércoles 10 y hasta el pasado domingo, Villena se convirtió en un hervidero de personas que llegaron desde la práctica totalidad de las provincias de España y muchos de ellos desde recónditos países, como, por poner algún ejemplo, México, Australia o Francia. Y es que esperaba la undécima edición del Leyendas del Rock, un festival que se ha convertido en un clásico en la ciudad, y donde los miles de amantes del género metalero son bienvenidos.
No obstante, hoy en día todavía queda gente reacia que asocia pelos largos, camisetas negras y tatuajes a cualquier tipo de estereotipo raro. Somos lo que escuchamos y que no quepa duda de ello. La música dice muchísimo sobre nuestra personalidad, pero nunca se puede juzgar a las personas, como diría aquel, «por sus pintas».
El que relata esto fue testigo de un hecho que dice mucho a favor de los amantes del rock y de los vecinos de Villena, más concretamente de los más mayores. El sábado por la mañana, en uno de los bares donde los asistentes al festival trataban de desayunar, cuatro jóvenes, con sus melenas, sus tatuajes y sus correas y muñequeras de cuero, salvaron a una octogenaria de dar con sus delicados huesos en el suelo.
Fue un acto digno de reseñar. La señora, que caminaba con una muleta, tropezó, y la rápida actuación de dos de estos jóvenes que la sujetaron, mientras otro de los cuatro besó el suelo, impidió que el susto llegara a mayores. A pesar de todo, esta mujer sufrió una leve torcedura en el tobillo.
Pero no fue hasta el domingo, a la misma horas y en el mismo lugar, donde, una vez acabado el festival, y antes de poner rumbo a Extremadura, volvieron a coincidir los cuatro jóvenes y el grupo de señoras que también estaban dando buena cuenta de unas tostadas y unos cafés con leche. No estaba la mujer que el día antes sufrió el percance, ya que al parecer no se encontraba bien, pero una de sus amigas, se acercó a la mesa de los muchachos, y les estregó dos bandejas de churros bien calentitos, dándoles las gracias por tal acto.
Se levantaron ambas mesas y señoras y, como dice mi suegro, «melenudos» (con todo el cariño), se fundieron en abrazos y besos, al tiempo que las mujeres les emplazaban a repetir la experiencia el próximo año, algo que asintieron los extremeños sin dudar un segundo: «Aquí estaremos, y esperamos que para esos días seamos nosotros los que paguemos los churros».
Que cada uno saque su conclusión. Si después de esto, alguien sigue pensando en estereotipos, sin lugar a dudas, no tiene sentimientos. Larga vida al rock.