La semana pasada estuvimos hablando del compendio de factores que se aglutinaban alrededor de la práctica deportiva de los más jóvenes. El artículo en el que traté estos temas trataba de una reflexión a modo de crítica o editorial personal. Ante esta publicación me planteé que podría haber gente que lo leyera y estuviese de acuerdo con ello; pero pensase: ¿Y las soluciones?
Porque quejarse es muy sencillo, pero aportar soluciones se antoja a menudo complicado. Por ello , lo que planteo, lejos de ser un manual de soluciones ni lecciones de vida, (no me aventuraría en tal empresa) es simplemente poner en común algunos de los factores más importantes que desde la Psicología del Deporte se estudian y trabajan:
Cabe decir que todos estos factores se relacionan entre sí y para nada se encuentran aislados ni independientes los unos de los otros
1- Autonomía.
Tema a tocar tanto en padres y madres como en entrenadores. En primer lugar , resulta enormemente constructivo dejar que progresivamente y siempre adecuándose a la etapa de crecimiento del niño, se vaya permitiendo una cierta capacidad de decisión. Los beneficios de llevarlo a cabo son patentes y harán que el joven crezca con un mayor estímulo y trabajo de toma de decisiones que generarán un autoconcepto y autoestima elevados, unidos a la sensación de «yo puedo hacerlo». Crecerán en seguridad. En cuanto a los entrenadores, son frecuentes casos en los que, en el transcurso de entrenamientos y partidos, comunican a sus jugadores absolutamente todo lo que tienen que hacer. Esto provoca un acomodamiento mental que en los saltos progresivos de categorías puede repercutir en el buen rendimiento del jugador. El modus operandi en este caso sería similar, adaptándolo quizá a partidos y entrenos. En el primer caso sería interesante dejar que jugasen por ellos mismos con alguna indicación puntual, pero no comunicar en cada momento la acción a ejecutar. Este cambio tendría un efecto rebajador de la presión a la que en esos momentos pueden verse sometidos los jugadores. Pensemos que el trabajo ya está hecho en los entrenamientos y en la previa de cada competición.
2- Triángulo Padres-Hijos-Entrenadores
Un triángulo a menudo complicado de gestionar para sus integrantes. Es importante que el entrenador, al comienzo de la temporada, deje claros los objetivos bajo los que se va a trabajar, a la vez que diferencia su rol profesional y lo hace valer. Esto significa saber transmitir que al igual que él no va al lugar de trabajo de los padres a decirles cómo hacer su trabajo, éstos deben respetar el suyo, que en ese momento es el de llevar y entrenar un grupo en el que juegan sus hijos. La relación entre padres y entrenadores puede ser cordial y amistosa, pero, como ya he dicho, es crucial definir unos roles bien marcados.
4- Apoyo familiar
En este caso se engloba el estilo de motivación paterno-filial, los refuerzos o los castigos entre otros. Partiremos de la base de que la vida del niño no debe girar en torno únicamente al deporte y ser lo demás un complemento. Personalmente considero un error castigar a los niños sin deporte por malas notas o mal comportamiento. Se les está privando de un beneficio increíble que les puede cambiar la vida. La solución más bien podría estar en cambiar el enfoque. La mejor estrategia es la prevención. Por tanto, para empezar, una buena distribución del tiempo ayudará a una mejor gestión de las obligaciones del niño . A eso debe ayudar la familia. Por otro lado, veamos el deporte como una recompensa por hacer las cosas bien (cuando se hagan) en otros ámbitos y no como un recurso para utilizar como castigo privando al niño de él.
5- Valores deportivos
Una educación en deportividad y modelos de conducta debería ser asignatura obligada de todo entrenador, pero también de cualquier padre. Y no nos vale sólo con la palabra. Los más difícil es dar ejemplo en momentos de tensión, y ahí a veces «patinamos». Algo significativo y que nos puede hacer reflexionar es lo siguiente: si nuestro hijo llega a casa después de jugar un partido al que no hemos podido asistir, por ejemplo, ¿qué le preguntamos primero? «¿Has ganado?» o «¿Cómo te lo has pasado?»
6-Comunicación
La manera en la que transmitimos lo que pensamos a menudo puede ser inconsciente y sin querer, mediante el tono de voz, gestos faciales o postura corporal podemos estar diciendo algo muy distinto de lo que las palabras intentan (Para quien le interese: «Efecto Pygmalion» y «Profecía Autocumplida»). Además, las mismas palabras también pueden mejorarse. Algo muy utilizado en Psicología es el «Efecto Sándwich»: Elogiar una capacidad, para posteriormente realizar la indicación y acabar con palabras de ánimo.
Estos son sólo algunos temas a tratar en este extensísimo asunto y se han tocado de un modo resumido debido a la extensión del artículo. No obstante espero que puedan seros de utilidad.
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Nestor Marco. Psicología Deportiva
Hasta la próxima semana.