Tener dos carreras y tres masters no te asegura un trabajo estable. Entonces, ¿qué nos queda? ¿A qué debemos atenernos? Ante un futuro incierto, ¿qué decisiones debemos escoger en el presente? Hoy por hoy no hay respuestas para estas preguntas.
Por un lado se dice que los jóvenes debemos estudiar, tener una formación superior. Pero también nos dicen que lo que escojamos debe ser algo que nos guste de verdad para poder hacerlo durante toda la vida y que no se nos haga pesado. Entonces, ¿qué pasa si no tenemos dinero para pagar dichos estudios? ¿Y si no tenemos memoria fotográfica para retener ocho temas de ocho asignaturas diferentes y soltarlo todo de golpe en un examen? ¿Y si tenemos otras inquietudes? Porque en muchas ocasiones lo que nos gustaría hacer puede no coincidir con aquello que supuestamente nos puede dar de comer en un futuro.
Yo quiero ser actriz, pero debo estudiar magisterio. Entonces, volvemos al principio: Michael Jordan quería jugar a baloncesto, pero debía estudiar matemáticas.
Ante este panorama, ¿qué debo hacer? Todavía no lo sé cierto al cien por cien, pero de algo sí estoy segura: Michael Jordan no quería ser una calculadora, y yo tampoco. Si me subo a un escenario, no me aprenderé el guión al pie de la letra y me limitaré a recitarlo delante del público, no. Le daré vida al personaje y haré que su alma le llegue al público. Si doy clases en un colegio, no enseñaré a los niños a contar con calculadora, les enseñaré a contar con los dedos, con la cabeza, pero, sobre todo, con el corazón. No voy a ceder ante esta sociedad actual a su deseo de convertirnos a todos en máquinas iguales, frías y competitivas. Yo soy una persona, no un robot. Por eso voy a escoger hoy los caminos que me lleven a ser feliz mañana. Porque, como dijo hace tiempo el señor Albert Einstein, “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad” y es esa voluntad la que hará a cualquier persona llegar hasta donde se proponga.
