Dicen que las casualidades no existen, que todo pasa por algo. Pues bien, yo no sé si esto será cierto al cien por cien, pero lo que sí sé es que de todo se puede sacar el lado positivo y útil.
Hace unos meses comencé a escribir una historia -en principio una obra de teatro, pero ya veremos en qué deriva- sobre piratas. Tanto para documentarme como para inspirarme volví a ver las conocidas películas «Piratas del Caribe» y «La isla de las cabezas cortadas». Gracias a esto pude escribir bastantes páginas, pero veía que me faltaba más conocimiento sobre el tema. De manera que quise leer libros sobre piratas de otros autores y buscando por internet descubrí «El último pirata» de Juan Pedro Delgado Espada, se lo pedí a los Reyes Magos y ellos, muy amablemente, me concedieron mi deseo.
El libro lo devoré en dos días, en parte por su corta extensión, en parte por lo entretenida de la historia. Sin embargo, me di cuenta de que era un libro más enfocado para niños de doce años que de veinte. Pero, aunque no me sirviera mucho como documentación para mi obra, al acabar de leerlo me sorprendí a mí misma pensando «este es el libro que me hubiera gustado leer en el colegio».
Entonces di un repaso mental a los libros que leí tanto en el colegio como en el instituto y el resultado era muy dispar. En mi etapa escolar me han mandado libros que me han gustado tanto que hasta los he releído años después y otros de los que no recuerdo absolutamente nada de la historia porque mi mente tiene la manía de olvidarse de las cosas que cataloga como «insulsas e inservibles».
Sin embargo, les hice más caso a los libros que sí me gustaron y continué leyendo en casa por mi cuenta. Pero hay niños y niñas que no tienen la suerte que tuve yo de dar con el libro adecuado que hace que te enganches a la lectura definitivamente. En mi caso, como ya he dicho, algunos libros del colegio y del instituto me marcaron para bien, como «Finis Mundi» de Laura Gallego o «El príncipe del a niebla» de Carlos Ruiz Zafón (ambos leídos en la ESO en la asignatura Lengua y literatura) y además encontré otros libros totalmente ajenos a mi escolarización como la saga «Fairy Oak» de Elisabetta Gnone que hicieron de mí una lectora empedernida. Pero sé de muchos niños y niñas que no han tenido la misma suerte que yo o que se tropezaron en alguna asignatura con libros que hacen que en lugar de disfrutar con cada palabra escrita quieras arrancar las hojas y romperlas en mil pedazos (sé de qué hablo, pues a mí me ha pasado) y por culpa de esa mala experiencia no le dan una segunda oportunidad a la lectura. Lo cual es una pena porque la literatura no solo nos ofrece la oportunidad de distraernos, desconectar y vivir aventuras que en nuestro día a día nos sería imposible disfrutar, sino que aumenta nuestro vocabulario, nuestros conocimientos en otras materias como historia o matemáticas (dependiendo del libro que leas, claro está), fomenta el desarrollo del cerebro (tanto de la parte creativa como de la lógica del mismo) al estar estableciendo continuamente conexiones neuronales al relacionar los hechos de la historia, los personajes, etc., desarrolla nuestra imaginación, alimenta nuestra curiosidad, fomenta la empatía (al ponernos en la piel de los personajes)… y muchas más virtudes y beneficios que tiene la lectura que no puedo nombrar porque el artículo no acabaría nunca.
Por lo tanto, como escritora y futura maestra que soy, me gustaría reivindicar un cambio en el modo que tiene el sistema educativo español de inculcar la lectura en los colegios e institutos, pues está claro que en ocasiones aciertan bastante con los libros, pero, otras veces pueden provocar daños irreversibles. Un mal libro, una mala experiencia leyendo en la infancia y le hacemos la cruz a la literatura para el resto de nuestra vida.
Por eso pediría que nunca, jamás, se imponga un libro por obligación, que el alumnado pueda elegir el libro que más le apetezca leer de entre diversas opciones que ofrezca el profesorado. Yo ya he empezado a hacer una lista con libros que me hubiera gustado leer en mi etapa escolar y que les recomendaré a mis futuros alumnos, pues estoy segura de que esos libros les van a encantar y, a partir de ahí, van a querer sumergirse más en el profundo océano que es la literatura y leer por su cuenta, descubrir sus libros preferidos, su temática predilecta, su autor/a favorito/a… Yo de momento solo tengo claro mi libro favorito, «El principito» de Antoine de Saint-Exupéry, en cuanto a temática y autores aún sigo con mi búsqueda. ¿Y tú, sabes ya cuáles son tus preferencias literarias?