Dicen que una boda es un
día único en la vida de una persona. Dicen que una boda es ese
primer día de esa nueva vida que se inicia con la persona elegida.
Dicen que una boda es sinónimo de dicha y alegría. Pero una boda es
más que eso. Es planificar tu futuro. Es organizar. Es nervios. Es
compartir la alegría con los seres más queridos. Es reír. Es
llorar. Es un sinfín de emociones que quedarán en el recuerdo, para
la posteridad.
Las bodas siempre me habían parecido más de lo mismo. Reconozco que en gran parte la pereza me
invadía: ¡Otra boda! ¡Otro ajetreo! ¿¡Otro vestido!? Aunque
admito que, al fin y al cabo, la emoción me acababa asediando de pleno,
rápida e inevitablemente. Pero de todas las bodas a las que he ido
hay una que siempre tendrá un lugar especial en mi memoria. Una boda
única e inigualable. Jamás olvidaré (ni yo, ni ningún miembro de
mi familia) aquella Nochebuena de 2013: la noche en la que la prima
Josefa anunció su próximo e inminente enlace. En el fondo no podría
ser de otro modo, se trataba de la prima Jose ¿Cómo se iba a casar
ella como una más? ¿Cómo iba a actuar ella como una novia normal?
¿Una boda por la Iglesia con el típico banquete y la típica barra
libre? ¡Ni hablar! Demasiado fácil. Josefa se casaría a su manera,
como es ella, única e inimitable: celebrando su boda al estilo
medieval. Y no solo eso, innovando como la que más preparando, a su vez, el primer bautizo feudal.
En un principio todos nos
miramos desconcertados ¿Una boda medieval? Pero tratándose de la
prima Jose no era de extrañar. ¡Típico en ella!, pensamos todos.
Ahora, a punto de celebrarse el segundo aniversario, es inevitable
evocar, es necesario extraer del baúl algunos de los recuerdos
¡Qué día pasamos!
Como en toda boda que se
precie, hubo muchos preparativos, muchos planes y mucha prisa. Pero
en este caso, a todo ese estrés pre nupcial, se le sumó las dudas
razonables de tipo ¿Pero exactamente cómo tengo que ir vestido?
¿Cuál es el estilo? ¿Dónde se compra todo eso? ¡Madre mía
Jose, que locura! Pero sin duda, ese alboroto propiciaría momentos
prodigiosos que, sin duda, perdurarán por y para siempre.
Hubo quienes decidieron
hacerse los trajes a medida; otros prefirieron alquilarlos; parte de
la familia, residente en Madrid, optó por desplazarse hasta la
localidad de Alcalá de Henares, por eso de no arriesgar e ir sobre seguro, ya que de esto de las Ferias Medievales también entienden un
poco. Algunos se metieron bien en el papel, tiñéndose el pelo y
pintándose el rostro cual guerrero medieval. Además, algún miembro
de la familia acabó sacando el artesano que llevaba dentro,
esperando a ser rescatado. La hermana de la novia realizó, con sus propias manos, adornos, aderezos, diademas y todo tipo de abalorios. Igualmente, realizó
verdaderas obras de arte en los cabellos. Por otro lado, el campesino
Bolo fabricó un carrito de bebé fabuloso, con madera y mucha maña,
para regocijo de los allí presentes. Además, hubo a quienes se le acumularon los eventos, concretamente a cierta madrina infantil pirata que no tuvo más remedio que compaginar los actos del Ecuador Festero con la boda de su tía y el bautizo de su primo, ¡No hay celebración que se le resista! Igualmente, hubo algún que otro
despistadillo que no acertó con la vestimenta, pero que acabó
gozando como el que más.
Y así, medievalmente y
viajando al pasado, comenzaba nuestro cuento de hadas, un soleado
domingo 9 de marzo de hace dos años, a eso de las ocho de la mañana,
¡Qué día nos aguardaba!
Mi casa era un hervidero.
Damas y Caballeros. Campesinos y Campesinas ¡Hasta un miembro del Clero! Todos los estamentos representados, en paz y armonía.
Espadas y diademas florales. Tocados y capas. Escudos y sobre todo,
carcajadas. Una vez vestidos, nos tocó correr a casa de la Dama Josefina que se engalanaba para la ocasión, junto al infante Lucas.
Con el tiempo pisándonos
los talones, nos apresuramos hacia la Iglesia de Santiago, ¡Nada de
coches! ¡Que para eso era el Medievo! Y allí, a las once y media de la
mañana, comenzaba el Pasacalles Nupcial del Caballero José Luis
Ferrer y de la Dama Josefa Albert ¡Que manera de correr! Entre
sonrisas cómplices y miradas curiosas.
Y así comenzó nuestra
travesía a lo largo del incomparable y fabuloso barrio de El Rabal. A través de
estrechas calles y casas antiguas. Cruzando un escenario vestido
de gala para la ocasión; entre músicos y mercaderes,
malabares, trecería, magos, arqueros y tragafuegos. Y así, como si
de una obra de teatro se tratase, los nervios comenzaban a hacer acto
de presencia. Y de pronto más miradas, más cámaras de fotos, más
bullicio e incluso aplausos ¡Qué sensación tan hermosa! Por un día
fuimos, literalmente, figurantes en el teatro de nuestras vidas.
El recorrido se nos quedó
corto. Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en la explanada del
Castillo de la Atalaya. El decorado era precioso. Realmente viajamos
en el tiempo, verdaderamente parecía que habíamos retrocedido al
pasado. La boda fue muy emocionante. Y el tiempo se puso de
nuestro lado; el sol embellecía, aun más si cabe, el perfecto escenario. Un evento sin igual en un marco singular. Y como
broche de oro a un casamiento peculiar, y tras las lágrimas
vertidas tras los recitales que allí tuvieron lugar, disfrutamos del espectáculo de
ver volar a un precioso halcón que portaba, desde el
castillo, los anillos, indescriptible.
Todavía emocionados y en
plena algarabía, nos tocó correr de nuevo hasta la Iglesia de Santa
María, donde a la una y media de la tarde, fue bautizado el
infante Lucas Ferrer Albert. Y de nuevo la emoción se apoderó de
nosotros.
Finalizados los actos
oficiales nos dirigimos, más dispersados que juntos, al
correspondiente banquete ¡Y qué de gente había! El lugar de la
celebración, evidentemente, también se había vestido para el correspondiente festejo. Y la comida también. Trigico, cerdo, embutido, papas
arrugás o puchero de la Abadía acompañado de pan de Pueblo y
regado con vino tinto, aguardientes y otros caldos feudales. Tampoco
faltó la fruta ni la tarta Nupcial de la Corte, todo a cuenta de sus
majestades.
Una acontecimiento único,
asombroso e insólito. Un evento mágico. Un viaje en el tiempo
que te lleva, a través de los cinco sentidos, directo a la Edad
Media…
¡Larga vida al Medievo!