Ya hace unos cuantos años, la formación integral de un deportista se regía únicamente por lo conocimientos que el entrenador que en ese momento entrenaba pudiera poseer. Hablo de formación integral y me refiero a técnica, táctica, física, psicológica y personal a grandes rasgos.

Afortunadamente, y en líneas generales, este aspecto ha ido evolucionando y perfeccionándose al menos en el deporte de élite. Por otra parte es una lástima que clubes y academias más humildes, sea cual sea el deporte, no puedan permitirse pagar a profesionales que entrenen y asesoren a sus deportistas complementando la labor del entrenador y haciendo que su trabajo luzca y se refuerce traducido en resultados deportivos. Y en estas últimas palabras quiero centrar mi atención ahora: Resultados deportivos. Y es que parece un fenómeno reciente (a pesar de que no lo es) la figura del psicólogo como “entrenador mental”, integrado en un equipo multidisciplinar y alejado de la connotación clínica que conlleva a buscarnos recurridamente cuando sólo cuando existe un problema. Partiendo de aquí me gustaría dividir este artículo en dos:

En primer lugar, a pesar de la visión “novedosa” del psicólogo en el deporte como un entrenador más, en este caso mental, es cierto que queda mucho camino por recorrer y que, a pesar de que cada vez más, esta profesión se vea integrada en clubes y academias, parece que a menudo se nos sigue pidiendo ayuda para apagar fuegos , el cual, aunque sea una parte importantísima de nuestro desempeño, no es la única, cosa que puede llegar a olvidarse. El trabajo ideal es, siempre con una labor conjunta con entrenadores y otros profesionales del deporte como preparadores físicos o fisioterapeutas, operar e intervenir desde la prevención; es decir, dotar al deportista de herramientas para que pueda hacer frente a situaciones que hagan requerir esa labor de “apaga fuegos” a posteriori. Si desde nuestra labor y con un trabajo coordinado y voluntarioso con el deportista desde ambas partes conseguimos fabricar esa mochila imaginaria llena de recursos, no necesitaremos atajar ningún problema posterior, y si éstos se producen serán menores en tamaño y cantidad.

En segundo lugar, y como conclusión, en el mundo de la competición, ya sea amateur o alto rendimiento, a menudo el bienestar psicológico del deportista pasa a un segundo plano en pos del buen desempeño. Lo que mucha gente no ve, es que con este bienestar obtendremos un plus importantísimo en el jugador, pues ¿cómo se trabaja mejor?

Ágora Habla con el deporte local y comarcal, siempre en movimiento

Es esta obviamente una pregunta retórica pero a la vez con carácter reflexivo, pues en mi opinión, la labor social y personal es la más difícil de desempeñar por un psicólogo en el deporte de competición, donde la ley que impera es la del resultado. No obstante, queda seguir en la lucha con la esperanza de que existen lugares, aunque no sean muchos, donde sí se tienen en cuenta todas estas “pequeñas cosas”.

Os espero en la siguiente cita con la Psicología Deportiva

Nestor Marco. Psicología Deportiva

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