Coincidiendo con el 40 cumpleaños de nuestra Constitución el Sr. Sánchez, muy preocupado él por solucionar los problemas de los españoles, tuvo la ocurrencia de publicar vía Twitter el siguiente mensaje: “Es el tiempo de las mujeres. Todos lo fueron pero hoy, por fin, la sociedad empieza a asumir como propias las reivindicaciones feministas. Reformemos la Constitución para incluir en ella uno de nuestros mayores avances: La igualdad entre hombres y mujeres”.
Ciudadanos de toda clase y condición no tardaron en contestarle por esa misma red social que tal dislate no era necesario y para ello le animaban a leer, si es que lo hizo alguna vez, el art. 14 de la referida norma.
Así en su art. 14 dentro del Capítulo II “De los derechos y libertades” que a su vez forma parte del Título Primero “De los derechos y deberes fundamentales” ya se dejó meridianamente claro en 1978 que “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Una vez sentado lo anterior, cabe preguntarse ¿realmente es necesaria tal modificación?, la respuesta no la daré yo, ya que todos aquellos que estáis leyendo estas líneas la tenéis en vuestra mente.
Con esta manera de proceder vemos la altura intelectual y política de nuestro actual presidente del gobierno, más centrado en debates absurdos que lo en lo que realmente importa que no es otra cosa que gobernar y solucionar nuestros problemas, que los hay y muchos, si fuera un hecho aislado seguramente no pasaría de la mera anécdota sin embargo y por desgracia esta manera de gobernar cara a la galería está más extendida de lo que nos pensamos.
Pero esta igualdad mal entendida no crea aquel que me lee que es patente del Sr. Sánchez, ya que la mayoría en algún momento hemos caído en sus garras uno ya no sabe si consciente o inconscientemente, y así por ejemplo y paso a centrarme ya en el objeto de este artículo, todos los partidos, a excepción del PP que se abstuvo, estuvieron de acuerdo en aprobar la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres y que vino a introducir la paridad en la configuración de las lista electorales. Así para aquel que lo desconozca las leyes de paridad electoral, también denominadas cuotas de género o cuotas de equidad, son un tipo de discriminación positiva que consiste en establecer para un cargo, a un porcentaje mínimo de personas de un colectivo que ha sido históricamente discriminado.
Pero no crean que aquí termina la cosa, podemos rizar más el rizo, y de hecho algunos ya lo han hecho, existen voces que abogan por listas denominadas cremallera, para asegurar así que la paridad real entre hombres y mujeres se aproximará al 50%. Imaginen una clase de cualquier facultad española, de obras públicas por ejemplo, en la cual hay 10 hombres y 10 mujeres, llegado el final del curso y tras la realización del correspondiente examen habrán alumnos (los seguidores del Sr. Sánchez añadirían “y alumnas”, y algunos pijos más progres dirían “el alumnado”) que aprobarán y otros que no; imaginen, continuando con el ejemplo, que se exigiese para no violentar a ningún sexo que tuviera que haber un número igualitario de aprobados hombres que de aprobados mujeres, no quiero pensar que podría pasar el día de mañana con las construcciones en las que hayan intervenido estos aprobados de género.
Con estas palabras no quiero si no poner de manifiesto que ante determinadas corrientes políticamente correctas no debemos quedar en silencio, debemos recuperar aquellos valores, aquellos principios que en ciertos momentos nos encauzaron nuevamente hacia la senda del crecimiento y la prosperidad, debemos dejarnos de cuotas y de “cuotos” y abogar y abrazar con los ojos, los brazos y la mente bien abiertos aspectos esenciales como la formación, la capacidad, el mérito, el esfuerzo, la tenacidad, cualidades todas ellas que no se predican en un hombre o en una mujer, única y exclusivamente, están en las personas.