Y es que, aunque los fines de semana quieran salir con sus amigos hasta el amanecer, aunque ya quieran independizarse, etc., en el fondo siguen siendo unos niños pequeños a los que les gusta jugar a juegos de palmas, ver los dibujos con sus primos pequeños y hasta cantar las canciones que aprendieron en las excursiones del colegio. Y creo que aquí se demuestra lo especial de esta época de la vida tan complicada que está a caballo entre la infancia y la adultez.
Los adolescentes somos muy versátiles, aunque a veces seamos muy cansinos con eso de “déjame quedarme un rato más”, “en dos meses me voy a vivir fuera”, etc. Y es que después de haber salido con los amigos toda la noche anterior y de haber rellenado la preinscripción de la universidad, aún nos quedan energías para pasar una mañana de campo con la familia y jugar y jugar con los peques hasta que se ponga el sol. Ahí está la grandeza de esta hermosa época.