Pero, no solo las personas tenemos una banda sonora. Hay otro elemento muy cercano a nosotros que también tiene banda sonora propia. ¿El cine? También. Pero no vamos a habar de las bandas sonoras de las películas, sino de la ciudad.
¿La ciudad? Sí. Al igual que una sala de cine, en una ciudad hay música por todas partes y a todas horas.Simplemente asomándote a la venta oirás los pájaros cantar o al vecino del quinto con la música a tope y cantando mientras se ducha. O mejor, sal a la calle, recorre unos cuantos metros y seguro que en breve oirás a un coche con la música a todo volumen y las ventanillas bajadas para que todo el mundo la escuche mejor.
Naturalmente, si esa canción te gusta, desearás que el semáforo no se ponga en verde y quedarte escuchando hasta que finalice la canción. Pero, como esa canción no te guste maldecirás por lo alto y por lo bajo a ese/a conductor/a y no querrás otra cosa que no sea que el semáforo se ponga verde para que el coche y esa horrible música se alejen de una maldita vez.
Pero la música de los vecinos y los vehículos no son las únicas que le dan otro toque a la ciudad, porque también podemos encontrar esa música con estilo propio que a veces ponen en los ascensores, la música que ponen en las tiendas de ropa o en los bares…
Pero en la ciudad no solo se puede disfrutar de la música que desprenden los aparatos electrónicos, sino que también nos podemos deleitar con música original en directo. Y es que, ¿alguien se ha parado a pensar qué sería de las ciudades sin esos llamados “artistas callejeros” que nos deleitan casi gratuitamente con su talento? Bueno, con eso de los castings para regular la música callejera ahora hay menos artistas llenando de color las calles de las grises ciudades, pero, los que sí que pueden, le alegran el día a cualquiera que esté dispuesto a escuchar cosas nuevas.
Por ejemplo, el otro día paseando por El Retiro de Madrid me pude encontrar a un grupo de adolescentes tocando música clásica, una joven con un arpa, un hombre con un instrumento chino que no conocía y que me fascinó y una larga lista de etcéteras que hicieron que me diera cuenta de que, no sé al resto de la gente, pero, a mí me costaría imaginarme la ciudad sin esos artistas de “la polis” o sin la música de mi barrio.