Bajo ese lema miles de personas se han manifestado en Madrid en el marco de la COP 25. Un clamor por la vida que supera divisiones generacionales, e incluso ideológicas, y que tiene un punto en común: garantizar que en el planeta Tierra se mantengan las condiciones mínimas para vivir.
Salvo la extravagancia de negacionistas, hay un consenso científico y político al respecto: la necesidad de evitar el incremento de la temperatura global del planeta por encima de 1,5 o. Puede haber diferencias en las decisiones a tomar y en los intereses que las sustentan pero no en el objetivo. Sin embargo ahí está el dilema, pues es importante desvelar determinados intereses económicos, corporativos o estratégicos que impiden responder adecuadamente a los retos que se plantean.
Hace años recibíamos críticas cuando decíamos que los problemas ecológicos afectaban gravemente a las persomnas más pobres. Hoy la misma ONU ve con claridad que la lucha contra la pobreza es una lucha por el medio ambiente. Se ha logrado algo importante, poner en el debate social y político este problema con toda la trascendencia que tiene. Aún no se ha logrado exigir claramente los cambios en la producción, en la prestación de servicios y el estilo de vida que se precisan. Pero sí algo fundamental: miles de jóvenes en reivindicación, con protestas y propuestas, queriendo garantizar el futuro.
El esfuerzo personal y comunitario a realizar es evidente y va calando en la sociedad con buenas prácticas: reducción de envases, eliminación de plásticos, consumo responsable, disminución de transporte motorizado, incremento del uso de la bicicleta, cambio de iluminación a bajo consumo, eficiencia energética, dismimución del consumo de carne… Todas pausibles y al alcance, todas necesarias, para la atmósfera y los mares. Pero todas insuficientes. Las medidas particulares no bastan para abordar este reto. Urgen cambios en los modos de producción, en la generación de energía y en la distribución de la riqueza. Se precisan cambios legislativos que permitan limitar las emisiones contaminantes y que no haga caer toda la responsabilidad en la ciudadanía. Medidas positivas que favorezcan un estilo de vida con menor huella ecológica y coercitivas que obliguen a cambiar la forma de producir y de consumir. Medidas que defiendan los derechos laborales y los del Planeta.
Villena viene padeciendo desde hace tiempo las consecuencias del cambio climático, pero de no actuar serán mucho peores. Las aguas, caballeras en otros tiempos, están ahora a más de 250 m de profundidad, pero la cantidad de lluvia que puede recargar nuestros acuíferos dismimuye. El régimen de lluvias ha cambiado, siendo los episodios más intensos durante menos días para una precipitación acumulada similar (una media de 317 litros m2/año en los últimos 15). Esto significa que lloviendo menos días, el agua que cae con mayor intensidad puede producir mayor daño a la agricultura y a las infraestructuras.
La temperatura media en Villena se ha incrementado en 0,2 grados en los últimos 20 años, pero han aumentado también el número de días con temperaturas superiores a 35 o en verano y las heladas severas en invierno con las graves consecuencias para la salud y para la agricultura que eso supone. Los cambios en la agricultura son evidentes marcándose un mayor stress para los cultivos.
Frente a ello, junto a la responsabilidad personal e institucional, se hace urgente el decrecimiento y la descarbonización, un término complejo pero que lleva implícito muchos compromisos. En nuestro término municipal la iniciativa pública y privada han dados incipientes pasos que seguir desarrollando ahorro energético y una producción sostenible. Las energías renovables comienzan a tener un peso importante. Y prácticamente el Alto Vinalpó está abastecido por energía solar, con una reducción superior a los 200 mil de toneladas de CO2 a la atmósfera anuales. El incremento en el reciclaje es
otro de los elementos que nos deben permitir el ahorro de materias primas y por tanto la reducción de emisiones.
En Madrid se hablará durante dos semanas, los problemas continuarán y los compromisos están por ver. No nos vale con el lavado de imagen (greenwashing) de algunas empresas e instituciones. Las exigencias deben de cumplirse por encima de los interese económicos. Como bien lo exige esa voz clara y valiente que es Greta Thunberg y que pone en evidencia la pasividad de los gobernantes mundiales. Ni la única ni la mejor ni la que más sufre, pero sí un símbolo de reivindicación y resistencia que nos alerta de que la crisis climática no puede ser olvidada. Sobre todo porque quienes más la sufren son quienes menos la han provocado.