Cuando dicen que El Trail Solidari Ciudad de Alcoi es más que un Trail es cierto:
La emoción, incertidumbre, nerviosismo,….se multiplica por cuatro, porque desde el mismo momento en el que te inscribes, ya no sólo eres tú el que tienes que entrenar, ya no solo eres tú el que tiene que evitar lesiones, ya no sólo eres tú el que descuentas nervioso los minutos que restan para la salida,….ya no sólo eres tú….
Y si a todas estas emociones añades que ni un sólo día hemos entrenado juntos, que dentro del mismo equipo hay diferentes niveles, que hay lesiones imprevistas, que no tenemos sustitutos, que el sustituto no sabemos cómo va a responder,….hay momentos que dudas de muchas cosas y te tienes que obligar a pensar y sobre todo a sentir que…ya no sólo eres tú…
Y todo eso se olvida cuando nos juntamos los cuatro, y mágicamente sucede algo inexplicable que convierte a cuatro personas diferentes en un equipo, y comienza la aventura…..
….tiritamos de frío y nervios en medio de una muchedumbre de “selfies”, empujones, ruidosos globos de colores,…. Oímos pero no escuchamos, las recomendaciones previas, la canción del Trail y el grupo de “dulzainers”,….Esperamos con ansia que alguien quite las vallas de esta plaza cerrada, para dar fin al frío y a los nervios, y entonces nos dejamos llevar por la marea hasta el arco de salida unos cientos de metros más abajo.
El Helicóptero que sobrevuela Alcoi, los cohetes, la música y la emoción de cada uno de los que allí estamos, hace que nos olvidemos de los kilómetros y horas que nos quedan por delante….quizá aún no somos del todo conscientes,….pero no importa, nos dejamos llevar, y todo ese ruido enseguida se va silenciando por las calles que nos llevan a las afueras de la ciudad. En pocos minutos ya no hay frío, ya no hay nervios, ya no hay música, …sólo el ritmo de una banda sonora que va a durar casi diez horas…
Pronto nos vamos buscando con la mirada en medio de tantas camisetas de colores….la nuestra la verde, verde Puma, verde tetrail,…. y vamos buscando gente conocida para saludar, animar y autoconvecernos que no estamos del todo locos.
Los del “Promesas” van a nuestro ritmo, y compartimos camino durante un buen rato. Pronto llegan las primeras rampas dirección al Preventori. Siempre por sendas verdes por la primavera. El trote suave de los primeros kilómetros se convierte ya en un paso más lento. Vamos en fila y ni podemos ni queremos adelantar a esos que se lo toman con más calma que nosotros.
Gaspar, puro nervio y fuerza, consigue poner más calma de la que sus piernas y corazón le dictan, porque sabe que esto no ha hecho más que empezar.
Ismael, ilusionado, motivado y positivo se deja llevar en estos kilómetros, incluso tirando con ganas en algún tramo.
Paco, (desde este día con corazón Puma, porque se lo ha ganado) espectante, prudente y un poco asustado, porque de momento no sabe si está aquí porque quiere o porque alguien le ha engañado
Santi, intentando combinar esta coctelera de emociones de un equipo inexperto, diferente e improvisado.
Pasado el primer avituallamiento y dirección al Montcabrer, comenzamos a convencernos que esto es posible, aunque nos encaminamos al tramo más duro. Aunque la larga cuesta nos va desgastando poco a poco, el ver cerca la cumbre, sabiendo que es el punto más alto, nos hace pensar que a partir de ahí nos queda más bajada que subida, y así afrontamos el final de este duro tramo. Cada vez menos vegetación, cada vez la fila de corredores más dispersa, seguimos con paso firme al colorido pico que nos aguarda. Arriba, una fiesta de fotos, abrazos, paisaje,…que nos hace sentirnos equipo, y así lo disfrutamos. Comemos un poco, bebemos, descansamos y nos hacemos alguna foto para el recuerdo.
Comienza el descenso…Gaspar, cómo no,…se deja caer suavemente (para él), por una senda técnica y larga en la que hay que llevar mucho cuidado porque aún queda mucho para el final y hay que cuidar rodillas y tobillos. Cómo no,…espera unos minutos hasta que reagrupamos de nuevo el equipo y continuamos por una zona un poco más cómoda y “corrible”.
Aquí nos damos cuenta que esto no es ninguna broma, porque nos enteramos que un miembro del Promesas ha tenido que abandonar, y hay ya muchos equipos que les falta algún corredor o que va el equipo disperso. Nosotros estamos motivados por ir aún juntos y con ganas (aunque cada vez más cansados). Disfrutamos del Barranc del Cint por una senda frondosa y con buen firme y aunque para llegar al Preventori de nuevo no queda mucho, cualquier rampa empieza a parecer el doble de lo que realmente es… Llegamos al avituallamiento con hambre y con ganas de comer algo salado. Ya es mediodía y llevamos toda la mañana con geles, dátiles, chocolate, plátanos,…y un bocadillo de jamón y una cerveza nos sabría a gloria. Pero sólo podemos compartir un plato de pasta para los cuatro y más dátiles, chocolate, plátanos,….en fin, quizá para merendar…
Paco es el único que nunca había hecho más de 28 km, y ya llevábamos 31. Esto estaba empezando a pasar factura. Pero no íbamos a dejar que se quedara descolgado, y él tampoco lo iba a permitir, porque aunque en estas distancias quizá era el más inexperto, tiene una gran fuerza mental y es un montañero de los de la vieja escuela.
Gaspar, se cansaba menos esperando al final de las bajadas, que bajando a un ritmo más lento. Por otra parte, nos servía de guía a los demás,…y qué narices…iba “sobrao”.
Ismael por su parte, regulando esfuerzos, pero con el convencimiento de que íbamos a terminar.
Y Santi, siempre cerrando el grupo, intentando cuidar al equipo para no llevar más ritmo del que podíamos aguantar.
Así podríamos decir que afrontamos lo que iba a ser la verdadera carrera, pues ahora empezaba lo que en otras carreras ya se había terminado. Y aunque el terreno no era especialmente duro, íbamos camino de los 40 km, desgastándonos poco a poco. Y el caso que íbamos según nuestras previsiones de tiempo, pero fue significativo que comenzaron a pasarnos varios equipos. Nos íbamos desinflando.
En el avituallamiento líquido del km 41, Ismael iba muy cansado, pero tres kilómetros más adelante teníamos un avituallamiento sólido donde podríamos recuperar fuerzas, así que no dejamos que se sentara más de lo necesario y tiramos de él. Lo bueno es que discurríamos entonces por una senda cómoda al lado de un río, que aunque despacio, nos llevó a la hora de la “casi merienda”, a un avituallamiento que nos devolvió moral en todos los sentidos. ¡¡Había bocadillos de jamón!!. Y otra sorpresa nos aguardaba. Allí detrás, tomando el sol descalzo, estaba Vicente Juan, quien casi con vergüenza, nos dijo que su equipo había ganado la carrera unas horas antes,….¡¡y a nosotros aún nos quedaban 10 km!!…Pudimos hablar unos minutos de sus logros y de su ilusión de poder participar un año en el Tetrail (que por cierto le regalamos una camiseta). Si es un gran corredor, es mejor persona…
Con este doble subidón, nos pillaron allí mismo el equipo del Promesas. Bueno, Juana e Iginio, porque se habían quedado sólos en carrera. Y contentos con el encuentro, con el ánimo de Vicente Juan, con el bocadillo de jamón y con la seguridad de que de una u otra manera terminábamos la carrera, continuamos todos juntos estos últimos kilómetros al lado del río.
Ismael echándole coraje ( y algo más) y los demás haciendo equipo, íbamos restando léntamente metros a la carrera, hasta que llegando al Puente de las Siete Lunas, con Alcoi al fondo comenzaban los últimos dos kilómetros más largos que ninguno habíamos corrido antes.
¿Cuánto queda? Dos kilómetros, nos dijeron en el último avituallamiento líquido, que precedía a la última rampa con vocación de asesina…..¿Cuánto queda?…..Dos kilómetros, nos dijeron dos voluntarias situadas en un cruce cerca de la ciudad….¿Cuánto queda?….Dos kilómetros, nos dijeron después de unas inesperadas y eternas escaleras de un parque de Alcoi….Y aunque sabíamos que íbamos a llegar empezábamos a ponernos nerviosos….
Gaspar, porque seguía con el ímpetu y fuerza del principio.
Paco, porque no terminaba de creerse que estaba tan cerca.
Ismael, porque ya no podía más.
Santi, porque aún creía que quedaban dos kilómetros….
Y al doblar la última calle, al ver los arcos de meta, al intentar formar una fila los más recta posible, y al incorporarse de la nada unos pequeños intrusos, agarrándose a nuestras manos para darnos el último empujón, se nos pasaron, aunque fueran por unos instantes, todos los dolores, fatigas y sufrimientos de estas 10 horas, de estos 53 km.