Mariano Rajoy anunció el pasado martes su intención de retirar uno de sus proyectos estrella: el anteproyecto de Ley Orgánica de Protección del Concebido y los Derechos de la Embarazada. Para justificar su decisión, el Presidente del Gobierno apeló a la necesidad de buscar el mayor consenso posible en un tema, el del aborto, extremadamente sensible. Ese mismo día, el Ministro Gallardón comunicó su dimisión y anunció su retirada de la política.

¿Ha
tenido nuestro presidente una epifanía que le ha hecho variar radicalmente su
manera de entender y ejercer el poder? ¿Significa que a partir de este momento
va a dejar de valerse de su mayoría absoluta para imponer sus criterios? Nos
gustaría, pero como bien se han apresurado a precisar varios ministros, la
falta de consenso se refiere al propio Partido Popular. En un episodio sin
precedentes en el habitualmente disciplinado y monocorde partido que
actualmente gobierna España, las voces discordantes han conseguido paralizar lo
que hace solo unos meses parecía inevitable.

¿Significa
esto que, al menos, se observa en el propio Partido Popular un giro orientado a
abrirse al resto de fuerzas políticas en pos de la tan cacareada regeneración
democrática? También estaría muy bien, pero eso no explicaría que la mayoría de
quienes antes decían “Digo” (entre ellos el mismísimo señor Rajoy), ahora digan
“Diego” con la misma convicción y firmeza.

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¿Qué ha
pasado entonces? Sencillamente, que las mujeres y los hombres que han decidido
plantar cara a este descabellado proyecto de ley han conseguido hacer
reflexionar incluso a quienes son votantes habituales de partido conservador.
En la sede del PP empezaron a ver con preocupación que sacar adelante esta ley
tendría un coste electoral lo suficientemente elevado como para que mereciera
la pena replantearse el asunto. Por eso, y con la excepción del dimisionario
Gallardón, las mismas personas que en el Consejo de Ministros aprobaron un
anteproyecto de ley tan reaccionario e insolidario, y que en la anterior
legislatura encabezaron manifestaciones y llevaron la ley actualmente vigente
hasta el Tribunal Constitucional, decidieron renunciar a su proyecto.

No fue
por sensibilidad social, ni porque quisieran apoyar a todas esas mujeres que se
ven en la dura experiencia de tener que abortar y que al menos desean hacerlo
en condiciones. Contaban con el rechazo de los partidos de la oposición, de las
feministas, de muchas ONG’s… porque no esperan esos votos. Pero pensaron que la
gente de la calle apenas protestaría, que aceptarían mansamente (como en tantas
ocasiones) lo que se decide en su nombre, y ahí se equivocaron. Concluyeron que
para poder ganar la guerra (léase elecciones), debían renunciar a esta batalla.
Creían en la letra, pero no les salían los números. Al final, ante la
imposibilidad de cuadrar cifras y letras, decidieron que era mejor olvidarse de
las letras e intentar cuadrar cifras y votos, a la espera de tiempos más
propicios.

De
cualquiera de las formas habrá que seguir muy de cerca los siguientes
movimientos al respecto del PP y estar expectantes, no sea que nos tengan
preparado alguna sorpresa…

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