Todo preveía que iba a ser un día 9, el último de fiestas de septiembre, normal y corriente, un desfile que vería desde la grada como todos los años, pero este año fue muy diferente.
Una llamada el día 7, de un gran amigo, con una invitación para pasar un día con una escuadra especial, su escuadra especial, Los Kurdos, de la comparsa de piratas… ¿Cómo? Pero si yo no he desfilado nunca…
Una invitación de ese tipo no se puede rechazar, así que después de cambiar los horarios de trabajo aceptè la gran invitación.
Todo empezó con una comida, en la casa de la escuadra, donde el buen ambiente rondaba entre cocineros y espectadores (la escuadra al completo), donde las «batallas» de fiestas pasadas era el principal tema de conversación, en la que una gran familia acabó disfrutando de una gran comida, donde me sentí arropado y muy a gusto en todo momento.
En acabar la comida, café para todos, una copa, y una frase que me produjo cierto nerviosismo… «Vamos a empezar a vestirte y te explicamos cómo va todo», a partir de ahí comencé a ver un desfile realmente desde dentro.
Primero botas y pantalones, con solo dos prendas ya me sentía como uno más de la fila.
Seguidamente camisa, chaleco, bandolera, hombreras, muñequeras… Hasta que perdí la cuenta de todo lo que llevaba encima, terminando con un pañuelo y un gorro, y de ahí a la foto oficial (foto de portada), donde tuve el honor de aparecer.
Ya todo preparado, comenzaba la andadura desde Santiago a los Salesianos, mientras veíamos desfilar otras comparsas. Conforme avanzábamos en dirección contraria al desfile, con mi traje al completo, incluida la enorme capa que portaba en un costado para que llegara sana y salva entre la multitud.
Un pequeño trayecto de 10 minutos se convirtió en uno de 1 hora, ya que por el camino me encontraba con amigos y familiares, los que al verme sonreían (más de lo normal), y me paraban sorprendidos de verme con el traje para hacerse fotos conmigo y de paso piropearme un poco. Ya me sentía totalmente uno más de la fila, y con la moral por las nubes después de todos los halagos recibidos.
Hasta que llega el gran momento, uno de los momentos que se te quedan grabados de por vida, me estaba preparando para mi primer desfile en unas fiesta de Villena, entre la multitud, el cabo me buscaba sitio en la fila según mi altura, el tercero desde la izquierda, mientras mi compañero (gracias J. Raul por esa ayudita) me daba instrucciones para llevar el brazo y por supuesto el paso. El murmullo de la gente se iba silenciando, la banda de música se preparaba justo detrás de nosotros, mientras escuchaba un trombón que parecía estar calentando en el último instante.
Hasta que llegó el momento, de repente comenzó a sonar la banda de música, tan cerca que parecía que la llevara dentro, al tiempo que el cabo comenzó a calentar (gracias Pepe por guiar mi primer desfile), y pasados unos minutos de nerviosismo, el cabo levantó el arma de guerra como señal de que el desfile estaba apunto de comenzar, mientras escuchaba el compás de la música.
Y llegó el momento, con el pié derecho comenzó un desfile donde la calle ancha se convirtió en la calle más corta de Villena.
Con una sonrisa en la boca de principio a fin (aunque hubiera querido no habría podido dejar de sonreír) , la calle se convirtió en un túnel repleto de gente, donde solo podía ver sonrisas, saludos y escuchar aplausos que arrancaba el cabo mientras desfilábamos, aplausos que te hacían levantar la cabeza y sonreír todavía más si se podía (sobre todo cuando algún familiar entraba en modo locura al reconocerte entre la fila).
Mientras que la calle más corta de Villena llegaba a su fin, no pude evitar sentirme orgulloso de las fiestas de mi pueblo, de lo que pueden llegar a ofrecer desde dentro y desde fuera, y sobre todo orgulloso de la escuadra de los Kurdos, donde brilló el compañerismo y me hicieron vivir una de las mejores experiencias de mi vida, donde todo terminó con un abrazo a cada uno de mis compañeros, y uno muy especial a Sergio H. que fue el culpable de todo esto, de los que estaré agradecido para siempre por compartir ese gran día conmigo que nunca olvidaré.