Cuando Arminio, el aguerrido líder que
unió a las tribus germánicas, derrotó al poderoso imperio romano
en la batalla de Teutoburgo, nadie imaginaba que la amalgama de
pueblos que moraban al norte del río Rin, serían capaces de unirse
bajo el mando de un solo caudillo para acabar con la soberbia de las
legiones que dirigía Publio Quintilio Varo.

Gracias a la fuerza de la unión,
Arminio logró que la maquinaria militar de los romanos nunca jamás
lograra traspasar las fronteras del Rin y que su nación, embrión de
la actual Alemania, en ningún tiempo fuera conquistada.

La historia, testigo de los tiempos y
luz de la verdad, nos marca la senda de las mejores acciones. Desde
hace muchos años, el centro político ha sido usurpado y manoseado
interesadamente por todos los partidos. Primero por los socialistas
de Felipe González, luego por las derechas de Aznar y Rajoy.
Actualmente por los peores de todos los mencionados: las derechas
neoliberales y sin ideología de los Ciudadanos de Albert Rivera.

Sólo Arminio consiguió la gesta de
salvar a su pueblo porque logró la unión de todos. Aunque siempre
hubo heroicos Viriatos, Vercingétorix y Boudicas que se resistieron a la invasión, no lo consiguieron por
las traiciones de sus partidarios o la falta de cohesión interna. La
moraleja de esta historia es que la colaboración de todos, incluso
de los aparentemente débiles, si se aparcan los personalismos, el
ego y las ambiciones privadas, logra la consecución de los
objetivos.

¿Qué tiene el centro
que todos los que gobiernan lo abrazan? Es aquel lugar donde reside
la virtud política, el sentido común de la sociedad y donde se
sitúan las opiniones y el sentir de la mayoría de la población,
posibilistas y conciliadores por naturaleza, en contraposición al
frentismo que impregna la política española.

Cuando hace unos años un
flautista Hämelin de Barcelona cruzó las tierras del Ebro para
tocar su venenosa flauta, muchos pequeños partidos de centro se
dejaron embaucar por sus cantos de sirena y sucumbieron en la cueva
donde una vez más encerraron a todos los centristas. Sin embargo,
hubo un partido que no se vendió.

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En 2014, Coalición de
Centro Democrático (CCD), única formación que hunde sus raíces en
el CDS de Adolfo Suárez, con un puñado de militantes se propuso
recuperar el centro para la ciudadanía. Ahora ese proyecto y pese a
las muchas dificultades y zancadillas, se nos empieza a hacer grande.
La gran tarea de unir al centro bajo el proyecto de Centristas ya
está dando sus frutos.

Bajo
la misma bandera, Centristas cuenta con las adhesiones deVía
Centrum Partido Demócrata, Cidadáns de Galicia, Unión de
Ciudadanos Inepedendientes (UCIN), Grupo Independiente Liberal de
Andalucía GIL-A, Compromiso con Aragón, Unidos por la Independencia
de la Justicia (UNIJUS), Vecinos por Tenerife, Centro Independiente
Canario (CICAN), Lliures o IDES, afianzándonos así como única
fuerza de centro nacional, entre PSOE y Podemos a la izquierda, y PP
y Cs a la derecha.

Sin
duda, estas uniones y las que vendrán si el destino no las tuerce,
permitirá al verdadero centro político entrar en 2019 en las
instituciones de toda España. Viejos líderes del CDS como Luis
Gil-Orozco, ya nos están trasladando el apoyo del centrismo
sociológico en lugares como la Comunidad Valenciana.

Dos
millones de españoles votaron en las elecciones de 2015 a
formaciones centristas de ámbito municipal. Ello sin contar los
votos a otras fuerzas nacionales como UPyD, que aunque honestamente
han defendido ideales de centro y cuentan con concejales, sus
representantes tendrán que decidir próximamente su futuro.

Desde
CCD tendemos la mano a los votantes y cargos de UPyD, que en tan sólo
un año tendrán que votar conjuntamente en las elecciones
municipales, autonómicas y europeas a un partido que defienda sus
principios y valores.

Si
la cadena de unión que tejió Arminio sirvió para cimentar la
patria de los pueblos germánicos, los centristas hemos de ser
ambiciosos y proporcionar a España y sus municipios un verdadero
partido regenerador, honesto y centrista para lograr el progreso de
nuestra nación.

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