Sobre las 7:30 horas, siendo todavía de noche y alumbrando el camino con los frontales y las linternas de los móviles, hemos iniciado una nueva ruta por los montes de Biar. La mañana se presentaba fría (5 grados) pero muy pronto hemos entrado en calor.
Hemos aparcado los coches cerca del “Mas de Fontanelles” iniciando una ascensión de 5 kilómetros pasando por las inmediaciones de la Casa Marco. Esta subida ha sido moderada ya que estaba repartida en tres tramos entre los cuales se “llaneaba”, lo que hacía más llevadera la pendiente.
Una vez alcanzada la cima hemos parado a almorzar, resguardándonos del frío, junto a un gran cortafuegos y, mientras reponíamos fuerzas, disfrutábamos de unas preciosas vistas de la cara oeste del Cabezo Gordo y del valle de Benejama.
Después del almuerzo, descendimos por una pista que pasaba por el “Pas del Runal” y el “Pas del Mig” hasta llegar a “La Cova Negra” (una cavidad natural que fue utilizada como corral y refugio de pastores como muestran los muros de piedra y el techo “ahumado” por las hogueras encendidas en su interior). Desde esta atalaya contemplamos las hermosas vistas de las sierras de Biar, Onil y Reconco.
Después de realizar las fotos pertinentes, seguimos en suave descenso por las Lomas de Jara, la peña “Cant del Gall” y el “Racó de l’ Aler” hasta las canteras, para terminar esta ruta circular de algo más de 15 kilómetros y un desnivel de 460 metros.
A lo largo del trayecto, realizado básicamente por estrechas sendas, las vistas eran preciosas gracias a la increíble masa forestal que se divisaba desde cualquier punto: pinos carrascos, encinas, coscojas, lentisco, jaras de todo tipo, enebros, sabinas, así como romero, tomillo y otras hierbas aromáticas.
Las recientes lluvias han embarrado algunos tramos del camino pero esa humedad emitía un agradable aroma “a tierra mojada” o petricor (según algunos científicos, nuestro gusto por este olor es una herencia de nuestros antepasados puesto que, para ellos – y para nosotros – la lluvia es sinónimo de vida y supervivencia)
Casi al final del recorrido hemos visto un acueducto medieval, de unos 70 metros de largo y tres grandes arcos ojivales. Este acueducto fue construido hacia el siglo XV para conducir las aguas de riego atravesando la “Rambla dels Molins”.
Un domingo más, 64 socios y socias de Aviana hemos disfrutado de una ruta absolutamente recomendable, tanto por la belleza paisajística como por el contacto con la naturaleza y el buen ambiente que caracteriza a esta asociación.