Segundo
día de puertas abiertas en esta temporada y dos autobuses (92
personas). La familia crece. Aviana aventurera por las montaña de La
Azohía, cabo Tiñoso y la batería de Castillicos, entre el mar y la
montaña, subiendo y bajando, ruta dura, bella y montañera. Encima
de los cañones y sintiendo el terremoto de la zona (magnitud 4 en
la escala Richter). Al lado del mar, azul, tranquilo, un día
para recordar.
Como
es costumbre a las 7 de la mañana comenzaba la jornada desde los
Salesianos, donde nos esperaban dos autobuses. Dos horas y media de
carretera con paradita para el café. El GPS tardó en acertar pero
al final llegamos al sitio, la playa de La Azohía. Lugar tranquilo,
mar en calma, ligero viento, algo de neblina. Parada para el
almuerzo.
Una
vez puestas las mochilas sobre la espalda, iniciamos el recorrido
hacia la torre de Santa Elena (siglo XVI) que se alza a 70 m. sobre
el acantilado de la punta de La Azohía. Desde aquí se divisa una
panorámica completa de la bahía de Mazarrón. A continuación
tomamos la senda que discurre cerca del mar en un constante sube y
baja, con tramos que ralentizaron la marcha debido a algunas
dificultades técnicas en su trazado y a que habían compañeros no
acostumbrados a este tipo de recorridos. Lenta pero segura fue
trascurriendo la marcha, animados por las espectaculares vistas de
esta costa acantilada, donde se vislumbraban tímidas, algunas calas
de difícil acceso, desembocando al final en la carretera que sube a
la batería de los Castillicos.
En
este punto algunos hicieron un merecido descanso, mientras que un
nutrido grupo subimos a la batería de los Castillicos, donde
recorrimos sus instalaciones y montamos en los impresionantes y
enormes cañones. Fue tiempo de fotos, muchas fotos.
La
sierra de La Azohía se vierte en el mar en abruptos acantilados y
calas inaccesibles. Sin apenas arbolado, salvo algunos bosquetes de
pino carrasco en su cara norte, no está desprovista sin embargo
de vegetación, teniendo un nutrido y variado muestrario de plantas
arbustivas y herbáceas de distinto porte, destacando entre ellas la
Periploca angustifolia
con sus característicos frutos que le dan su nombre común de “
cornicabra”. A ésta se añáden los extensos espartales así como
las albaidas – Anthyllis
terniflora – tiñendo de
amarillo en esta época algunas laderas. El azul de las lavandas –
Lavandula dentata y
Lavandula multífida -. Los
aromas de tomillos, romeros, artemisas, ajedreas, rudas y sideritis.
Las flores de los murages – Anagallis
arvensis -, el manto de la
virgen– Fagonia crética
–, el gamón – Asphodelus
cerasiferus -, sin
olvidarnos de las hermosas flores amarillas del Astericus
maritimus y la Reichiardia tinginata–
y la espectacular sopaenvino en flor – Limonium
caesium…. entre muchas
más. A destacar el singular espárrago blanco – Asparagus
albus-, el no muy común
Teucrium carolipaui
y el palmito Chamaerops
humilis . Un buen
conjunto de cubierta vegetal en estas tierras secas y costeras, sin
urbanizar debido a lo agreste del terreno, que en esta época aún no
muy calurosa ofrecen al paseante un conjunto de estampas llenas de
colores, aromas y sobre todo… mar.
Una
vez reunido todo el grupo después de la visita a la batería de los
Castillicos, se planteaba el inicio del camino de regreso, que debido
a la falta de señalización del sendero en su comienzo, su
dificultad técnica y el cansancio acumulado por todos, se optó
después de un tímido intento, variar el plan previsto y realizarlo
por la carretera. Un pequeño grupo optó por seguir el sendero
previsto en un principio, comprobando después de hecho, lo acertado
de la decisión tomada para la mayoría del grupo, ya que éste
presentaba graves deficiencias de señalización así como tramos con
alguna dificultad técnica.
Ya
de regreso en la playa de La Azohía hubo tiempo de comentar las
incidencias de la jornada mientras se reponían las fuerzas.
Fueron
un total de 15 km. con un desnivel acumulado de más de 700 metros y
casi siete horas caminando por senderos no muy transitados, con
espectaculares vistas, con buen tiempo para el senderismo y donde se
hubieron de solventar y se solucionaron por parte de los guías todos
los imprevistos que surgieron. Acabamos todos cansados, seguro, unos
más que otros, pero también satisfechos de compartir una
experiencia entre el mar y montaña.