Fue un partido de embajadores, una lucha sin cuartel por la defensa de un territorio, por la conquista del bien más preciado en una competición, los puntos.
El inicio de la contienda resultó polvoriento y frenético, destacar que todos los centinelas se mostraban bien posicionados, en buena actitud guerrera, pero nada más iniciado el diálogo exponiendo las pretensiones de cada bando por la solicitud de la plaza, este se sustituyó inmediatamente por una batalla de arcabucería en la que vimos pronto, ante nuestro estupor, como dos cargamentos de pólvora dañaron nuestra muralla.
En el primer asalto perdimos nuestros rasgos de identidad y fuimos claramente expulsados de la batalla, fuimos forzosamente reclutados a la fe, pasamos directamente a moriscos sin paladear el estado mudéjar.
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