Desde 1911 se viene
celebrando el Día de la Mujer, como reivindicación a la vida
activa, política, cultural y social de las mujeres en un tiempo en
que no tenían voz ni voto, y que hoy en día en muchos países aún
siguen luchando para que se les reconozca como seres humanos con sus
derechos y deberes universales.

Hace unos años, cuando
aun se utilizaba la coletilla de “mujer trabajadora”, yo no le
encontraba mucho sentido, ya que como asalariada, tengo mi día para
reivindicar todos mis derechos. El 1 de mayo, “es fiesta laica, día
del trabajador” como se entona en las dianas que se cantan en mi
ciudad, ese día junto a mis compañeros y compañeras, sin
distinción de sexos, mostramos abiertamente nuestras quejas en
cuanto a trabajo precario, riesgos laborales, diferencias salariales
etc.

Ahora, es sólo el día de
la mujer, y para celebrar este día tan especial, encuentro
actividades culturales como: conferencias, artículos, obras de
teatro, exposiciones, viajes…Todo ello organizados casi siempre
por las concejalías, de cada ayuntamiento y que según ideologías
políticas, intentan con mayor o menor acierto revalorizar el papel
de ser mujer.

En estos últimos años,
el movimiento feminista, ha visto en el ocho de marzo, una buena
fecha para llevar a cabo su “revolución feminista”, argumentando
que si las mujeres dejásemos de hacer un día nuestra actividad
diaria, el mundo se pararía. ¡Y tienen razón! Seguramente ese día
se pondría en evidencia muchas cosas. ¿Pero realmente, yo como
mujer, quiero que el mundo se pare? Pues sencillamente ¡no!

Naturalmente yo no quiero
ser: ni acosada, ni agredida, ni hostigada física y psíquicamente;
ni menospreciada a nivel laboral; ni que se cometan conmigo errores
policiales, judiciales o sanitarios; ni ser privada de libertad por
cometer un delito menor de supervivencia; detesto la trata de
personas y rechazo cualquier tipo de discriminación a consecuencia
de la raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, ni por mi origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición. (Dejo aparte el
aborto, que para ellas es un derecho y para mi es un asesinato)

Ágora Habla con el deporte local y comarcal, siempre en movimiento

Todo esto por lo que estas
feministas abogan, yo también lo suscribo, pero no por mi condición
de mujer, sino por mi condición de ser humano,

La actividad que realizo
en mi día a día, fuera del ámbito laboral, lo realizo gracias a
Dios por amor.

La atención que dedico a
mi familia, parte de mi condición de hija, esposa, madre, abuela…me
gusta que mi casa sea acogedora, me gusta atender a mi madre en su
enfermedad y ancianidad, me gusta compartir con mi marido las tareas
de casa y me gusta sobre todo poder ser yo la que se ocupe de ayudar
a mis hijos en sus deberes, acompañarles al colegio al médico o
alguna actividad deportiva, me gusta compartir con ellos festivales o
despedirles con un beso cuando salen de excursión, me gusta poder
asistir a la reuniones del colegio y participar en el desarrollo de
su aprendizaje académico, me gusta compartir con ellos juegos,
películas, paseos, etc, y poder educarlos según las normas
cívicas, religiosas y morales que yo decida y no dejar su formación
humana en manos de una sociedad que aboga por el egocentrismo basado
en lo que “mi cuerpo me pida, sienta y desea en estos momentos”.

Así que yo celebraré este
ocho de marzo, como todos los días, sintiéndome orgullosa de ser,
nada más y nada menos que ¡mujer!

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