Hace unos meses, la “parca” se llevó a mi amigo Ildefonso. Este servidor es consciente de que nacemos para morir, que la vida, como dice el salmista “es un soplo”, pero ello, esa certeza, no alivia nada. Ni Spinoza con sus meditaciones, ni los lamas del Nepal con su convicción de una próxima reencarnación, ni siquiera a los cristianos Jesús con sus mensajes evangélicos logran convencernos del todo de que la muerte sólo es un tránsito a la otra vida, que resucitaremos y todo será distinto.
Nadie regresa del más allá, si es que hay un más allá, para contárnoslo, y así nosotros quedamos a la espera de la llamada para abandonar este mundo. Sólo nos queda la Fe, es esa misma fe la que nos mantiene con cierta ilusión, puesto que desde siempre, los pobres siguen siendo pobres, siempre son los mismos los que padecen penurias y sufren, los locos nos destruyen con sus armas y atentados, las hecatombes son cada vez más grandes…. y sólo nos queda la fe (quien la tenga) para mantenernos en pie y un pequeño hálito de ilusión para consolarnos a los que perdemos un ser querido.
Conozco a Ildefonso desde joven, “biarut” donde los haya, estudiante de piano y harmonía con D. Óscar Esplá, trabajador nato, no concebía la vida ociosa, siempre había que estar en continuo movimiento en su puesto de profesor de harmonía en el Conservatorio de Alicante, director de la banda de música de Biar (su pueblo), director de una importante entidad bancaria, compositor (su catálogo de obras sinfónicas y de cámara es inmenso y, por supuesto, todas las comparsas de Biar tienen su pasodoble dedicado), asesor musical de la Unión de Moros y Cristianos (puesto que era un gran festero y socio de una de las comparsas de su pueblo). Nunca se le agradecerá lo suficiente cuanto bregó por la banda de música de su pueblo, ni cuanto fueron sus desvelos por dignificar el trabajo de los músicos en las fiestas, y en definitiva, por la música en general. De todo ello es consciente éste que suscribe ya que mantuvimos largas conversaciones sobre la problemática de la música en general y sobre la fiesta en particular.
No quiero extenderme más, puesto que se necesitarían muchos folios para resumir su trayectoria personal y profesional, dado que estuvo hasta el último momento impartiendo clases, formando y ayudando a los jóvenes que decidían confiarse a su sapienza.
Nació en Biar y allí reposa. Sería justo que la academia de su banda, a la cual entregó su vida e ilusiones llevara su nombre, ello sería mostrar un poco de agradecimiento al maestro y amigo Ildefonso que tanto trabajó por su pueblo y en especial por su banda de música.
Descansa en paz amigo y hasta siempre.
Manuel Castelló Rizo