Comparto este post que escribía hace un par de
semanas sobre la necesidad de impulsar nuevos modelos de gobernanza en nuestros
ayuntamientos.
«El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en
aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».
Vivimos un cambio de era, sabemos que nuestra sociedad va a cambiar, aunque no
sabemos muy bien cómo. Lo cierto es que el futuro de nuestras ciudades, de
nuestros territorios, se alimenta de la incertidumbre. Desaparecen las mayorías
políticas y somos conscientes de que tenemos que enfrentarnos a gestionar la escasez, y ello requiere de
acuerdos que aglutinen compromisos.
Si analizamos cual es el mejor recurso que tiene
un territorio y que no tienen los demás, lo que lo hace genuino y valioso, este
recurso son sus personas, ellas son su Capital
Social. Aprovechar esta fortaleza requiere de un nuevo
escenario de deliberación y aprendizaje que genere una nueva cultura basada en
la escucha, la implicación y la cooperación, que tenga en cuenta todas las
perspectivas e intereses que se enfoquen en un crecimiento sostenible e
integrador.
En este nuevo escenario los territorios van a
competir entre sí, y los que quieran ser protagonistas de su futuro tendrán que
saber “quien” quieren ser, tener clara una visión
de su futuro, y establecer sus estrategias de
competitividad y atractividad para
aspirar a convertirse en entornos vibrantes y creativos, donde el talento tenga
los recursos, y la inversión el ecosistema para aflorar las oportunidades.
Para ello necesitamos diseñar un “plan” que parta
de nuestra más íntima identidad
y de una visión ambiciosa del futuro que queremos. Definir unos grandes retos
que serán las grandes líneas estratégicas de las que emergerán los nuevos
planes y proyectos. Y para ello necesitamos cuestionar las dinámicas y modelos
de gestión, analizar las funciones y procesos para hacer una administración más
óptima y rentable, que integre sin pánico la tecnología y la necesaria salida
de la “zona de confort” que nos facilite el aprendizaje y el desarrollo de un nuevo modelo de compromiso que convierta
nuestros ayuntamientos en catalizadores reales de las nuevas soluciones, en
“palancas” creadoras de oportunidades de futuro.
Necesitamos abrirnos a explorar tendencias y
poner en valor nuestros recursos y talento, para convertir las amenazas en
oportunidades, y para ello es fundamental impulsar una participación ciudadana rentable política,
social, técnica y económicamente. Necesitamos líderes facilitadores que
movilicen voluntades y compromisos, para ganarnos el futuro desde una visión
compartida del territorio, que nos dote de capacidad de resiliencia, para ser fuertes y capaces frente a las adversidades,
para crecer de manera inteligente.
Desde nuestro sentimiento de pertenencia a
“nuestra tierra” preguntémonos, ¿de qué nos
sentimos orgullosos?, ¿qué soñamos?, ¿cómo queremos que sea la
ciudad, el territorio, que hereden nuestros hijos e hijas?. Tenemos las
capacidades para hacerlo realidad, la amenaza solo es no tener la voluntad de
hacerlo para todos y todas, y por supuesto, juntos.